Por ANDRÉS TAPIA / Fotografía: CORTESÍA FIFA
A Melissa, mi sobrina, quien a sus 12 años rompe redes en la liga de su colegio y juega contra hombres y mujeres
A la mayoría de las personas del planeta les asiste el derecho y tienen la libertad de elegir a sus líderes, aunque en más de una ocasión la historia ha demostrado que dicha práctica puede tener resultados funestos. Si así ocurre con aquellos a los que se otorga confianza y potestad para dirigir una sociedad, un estado o un país, elegir un héroe o heroína implicaría, además, una dosis de simpatía por el personaje en cuestión que no es intrínsecamente necesaria en el caso de un líder.
Es sólo que, a diferencia de estos, en lo referente a héroes y heroínas la elección de unos y otras no determina ni prefigura una catástrofe futura entre los electores, si bien en algún caso puede ser síntoma de un profundo desvarío social entre los mismos. Pero la libertad está ahí justamente para eso: hacer lo que se desee… incluso estupideces.
El flujo de información de los últimos tiempos –y ya llevamos años con esto– es tan vertiginoso que pocos espacios quedan para el asombro, al menos el auténtico, ese que surge de las ruinas de la inocencia que polvorientas y abandonadas yacen en algún sitio del alma humana.
En ese devenir trepidante la atención se desvía y somos incapaces de notar los cada vez más constantes y trágicos síntomas del cambio climático, hoy evidentes en los incendios forestales en Hawái; darle importancia a la posibilidad de la existencia de vida en otros planetas, situación que de modo inédito se ventiló hace unos días en el Congreso de Estados Unidos, y apreciar el escalamiento del conflicto bélico entre Rusia y Ucrania, que a la fecha se ha cobrado alrededor de 60,000 vidas y que hemos normalizado al punto de considerarlo inconsecuente.
Atrapado en tal vorágine decidí mirar a otro lado, uno en apariencia insustancial, y en la existencia de dos mujeres hallé los elementos del heroísmo: Sam Kerr, delantera del Chelsea en la Women’s Super League y capitana de la Selección Australiana de Fútbol, y Nouhaila Benzina, una mujer de 25 años que juega para el AS FAR del Campeonato Femenil Marroquí, y quien fue elegida defensora para representar a la selección de su país en la Copa Mundial Femenil de la FIFA que estos días se lleva a cabo en Australia y Nueva Zelanda.
En el caso de Kerr, históricamente es una de las líderes goleadoras de la National Women Soccer League de Estados Unidos y la máxima figura en el mismo rubro de la Selección Australiana. El palmarés de Benzina, por su parte, es mucho más modesto, destacando como su máximo logro la obtención del tercer sitio en la Liga Femenil de Campeones de la Confederación Africana de Fútbol el año 2021.
Pero no son sus méritos deportivos, en modo alguno irrelevantes, lo que ha trascendido de ellas estos días en los que, a pesar de haber cambiado de nombre a X, Twitter continúa siendo una plataforma que hiede odio, derrama rencor y trasciende por su banalidad.
El pasado 29 de julio, Benzina se convirtió en la primera mujer en la historia de la Copa Mundial Femenil en portar un hiyab (velo tradicional islámico) durante un juego oficial. Hasta entonces, la FIFA había prohibido el uso de dichas prendas, pero su visto bueno no estuvo exento de polémica toda vez que la jugadora marroquí recibió diversas críticas de los medios de comunicación franceses, principalmente del diario deportivo L’Équipe, esto bajo el argumento y la circunstancia de que en tanto Francia es un estado laico, el uso del hiyab contraviene la legislación de ese país y no es bien visto, amén de la islamofobia que ha permeado a dicha sociedad.
Kerr, quien se perdió los tres primeros partidos del Mundial por causa de una lesión, sólo ingresó unos cuantos minutos en el partido en el que Australia enfrentó a Dinamarca, y algo más en el juego en el que las llamadas “Matildas” vencieron en serie de penales a la selección de Francia, lo que les representó avanzar por primera vez en su historia a la fase de semifinales.
Fue en este juego donde la goleadora australiana se hizo más evidente, no propiamente por el tiro de castigo que anotó, sino porque tras haber concluido el juego se despojó de su camiseta y la regaló a una niña que en ese momento coreaba su nombre.
A los ojos de otros no parecería mucho –o cuando menos suficiente– lo hecho por ambas para declararlas heroínas, pero a mi modo de ver y dados los tiempos actuales, dice bastante en un Mundo en el que la humildad es un artículo de lujo y la congruencia una virtud en peligro de extinción.
Declarar a la vista de una audiencia mundial cifrada en millones que se puede ser mujer, profesar el Islam y jugar fútbol sin renegar de sí misma y sus creencias (sin dejar de lado que el hiyab estaba patrocinado por Puma, una de las tres principales marcas deportivas del Mundo), no es poca cosa.
Obsequiarle una camiseta a una niña que seguramente sueña con disputar una Copa Mundial algún día podrá parecer un acto fútil, y acaso lo sea, pero la trascendencia de este no puede ser menospreciada en modo alguno, mucho menos en un Mundo que aún sigue siendo dominado por hombres, aunque por fortuna cada vez menos
Pero Sam Kerr y Nouhaila Benzina no son las únicas heroínas, tengo otros nombres: Zećira Mušović, Linda Caicedo, Salma Paralluelo, Eugénie Le Sommer, Alessia Russo, Marta Vieira Da Silva, Jennifer Hermoso y el largo etcétera en el que caben todas esas mujeres que este verano le restaron el protagonismo a quienes históricamente han sido dueños de la pelota y hoy, cuando menos, deben sentirse intimidados.
El Mundial Femenil de Fútbol de Australia-Nueva Zelanda ha roto algunos paradigmas, no todos, pero sí los suficientes como para asegurar que el fútbol femenil ha dejado de ser la sombra del varonil y que en adelante las cosas habrán de cambiar radicalmente.
Mientras Vladimir Putin y Volodímir Zelensky intentan asesinarse el uno al otro (lo cual de ocurrir acarrearía consecuencias insospechadas), Ecuador pasa de ser un país relativamente pacífico a uno en el que campea la violencia social y política, Argentina se decanta por un individuo de ideologías exóticas que coquetea con la ultraderecha y en México los muertos se acumulan por decenas en el que es –y será– el sexenio más violento de su historia, un grupo de mujeres en el culo del planeta combaten de manera pacífica, cada una y todas juntas a su manera, para tratar de cambiar al Mundo.
En la sonrisa incontenible de una niña australiana que ha visto trastocada su vida para siempre, y en el desafío al establishment perpetrado por una mujer musulmana, cifro la posibilidad (no quiero llamarla esperanza) de que la especie humana empiece al fin a recapacitar acerca del futuro.
