Yo no soy Barbie

Por ANDRÉS TAPIA / Fotografía: ALEXANDRE DINAUT

“I’m a Barbie girl, in a Barbie world
Life in plastic, it’s fantastic.
You can brush my hair, undress me everywhere
Imagination, life is your creation”.

Cuando fue presentada el 9 de marzo de 1959 en la American International Toy Fair que se llevó a cabo en Nueva York, Barbara Millicent Roberts estaba destinada a protagonizar una revolución feminista de “color rosa”. Se trataba del primer objeto –o juguete– sexual que sería puesto en las manos de las niñas de Estados Unidos (por sexual debe entenderse que se trataba de una muñeca de apariencia adulta con senos protuberantes, toda vez que hasta ese momento las infantas sólo tenían acceso a muñecas que representaban bebés).

Barbie, el nombre con que el que es conocida a nivel mundial, fue una creación de Ruth Handler, una empresaria estadounidense de origen judío que durante un viaje por Europa compró una muñeca llamada Bild Lilli que fue génesis de la suya. Lo hizo pensando en un regalo para su hija Barbara, quien prefería jugar con figuras femeninas adultas hechas de cartón, antes que atender los lloriqueos de sus bebés tridimensionales de juguete.

Es sólo que Bild Lilli no era una muñeca para niñas, todo lo contrario. Había surgido como la protagonista de una tira cómica en el tabloide Bild Zeitung y el concepto detrás suyo era “inspirar” a los hombres alemanes de la postguerra. Ambiciosa, desenfadada, provocadora, sexy y sensual, una femme fatale absoluta, Bild Lilli era capaz de responder en sus diálogos a un policía que la increpaba diciéndole que estaba prohibido portar un traje de baño de dos piezas en la calle de la siguiente manera: “Ah, ¿sí? ¿Y en su opinión qué parte debería quitarme?”

La tira de Bild Lilli consiguió un éxito tal entre los lectores del periódico, que en algún momento sus directivos decidieron convertirla en una muñeca, pero no del tipo con el que jugaría una niña, sino más bien en un objeto que tendría cabida como un regalo en una despedida de soltero, y que con el paso del tiempo se convertiría en una insinuación abiertamente sexual a las mujeres si estas recibían una por parte de un hombre.

Bild Lilli, la muñeca alemana de la cual surgió Barbie.
Bild Lilli, la muñeca alemana que dio origen a Barbie.

Antes de hallar a Bild Lilli, Handler había intentado infructuosamente convencer a los socios de Mattel, la compañía que habían fundado ella y su esposo, de crear una muñeca de características similares. A su regreso a Estados Unidos solicitó un rediseño de la misma y, una vez terminado este, sólo objetó que el prototipo tuviese pezones, los cuales le fueron borrados.

Al día de hoy, las aproximadamente 58 millones unidades de Barbie que vende Mattel cada año carecen de pezones, si bien el volumen de sus senos continúa siendo igual de voluptuoso que el que poseía Bild Lilli y las primeras muñecas estadounidenses. Aunado a esto, Ken, el novio-amigo de Barbie (no se sabe si con beneficios o sin ellos), carece de genitales y a cambio luce un “paquete” que no hace más que confirmar que “el tamaño sí importa”.

La revolución feminista protagonizada por Barbie abarca ya seis décadas y pasa por hacer a un lado el entrenamiento infantil de las niñas para convertirse en futuras madres, en inspirarlas a convertirse en lo que quisieran y no en lo que la sociedad y el patriarcado determinaban que fueran, así como por relegar a los hombres y tenerlos meramente como accesorio (aceptémoslo, Ken siempre será un accesorio, uno muy extraño pues está inspirado en Kenneth, el también hijo de Handler).

Así o más revolucionaria es la película Barbie, de Greta Gerwig, que como era previsible ha roto récord de taquillas. Lo que no ha sido tan previsible es el fenómeno provocado en torno suyo y que ha dejado de ser una tendencia y una moda para devenir en una psicosis: “Trastorno mental caracterizado por una desconexión de la realidad”.

Revolucionaria en tanto da cuenta de un mundo imaginario, rosa y de juguete (Barbieland) en el que todo es perfecto. Pero, cuando no lo es, uno debe abandonarlo para visitar el mundo real, en el cual las cosas son todo menos rosas y perfectas: los hombres no son accesorios, el patriarcado prevalece y se parece mucho más al ambiente sórdido de la postguerra en el que surge Bild Lilli, la antítesis de Barbie, de la cual, empero, esta proviene guardando muchas similitudes: white, hot, tall, blonde.

Que no se olvide, antes de recitar el mantra tan puesto de moda estos días (“Yo también soy Barbie”), que las primeras versiones afroamericanas de la muñeca creada por Handler no aparecieron sino hasta bien entrada la década de 1970, pues la “corrección política” no habría permitido esto en esos turbulentos años 60 en los que, a pesar de la lucha por los derechos civiles, la segregación aún era moneda corriente, el Ku Klux Klan regía con mano dura y fue asesinado Martin Luther King, entre muchas otras cosas.

Es decir, si se me permite, hubo una época en la que estuvo prohibida en Barbieland la presencia de la raza afroamericana. Y de eso hay muchas muestras de las que nadie hoy quiere acordarse. Por supuesto, el mundo ha cambiado, y eso se nota en la película de Gerwig, en la que todas las razas están presentes, no se consumen alcohol ni drogas y la obesidad no es mal vista (aunque tener los pies planos sí lo sea), al menos en Barbieland.

En el mundo real, sin embargo, la revolución rosa ha arrasado con las conciencias y más allá del valor inherente de la cinta (que lo tiene en grado superlativo), no sé si la mitad del planeta, pero sí una cifra cercana a eso, absurdamente ha reconocido que tiene una deuda con Barbie y lo ha proclamado a los cuatro vientos, así no haya recibido, tocado o regalado una muñeca alguna vez en su vida.

Me gustaría decir que tengo una deuda con Batman, que le debo algo de alguna extraña manera, y acaso de alguna extraña manera se lo debo, pero no sé explicar qué o cómo. A diferencia de Barbie en su debut cinematográfico, en el caso de Batman hemos pasado ya por tantos personajes y ni la más extraordinaria de las sus películas, o todas juntas, han provocado algo parecido a la histeria rosa que se vive estos días.

Debe quedar clara entonces la relación de amor-odio de Greta Gerwig con Barbie, el sarcasmo implícito en su película y la extraordinaria campaña de marketing llevada a cabo por Warner Brothers, la cual devendrá en ventas multimillonarias para Mattel.

En el fondo, aunque no tan en el fondo –y más allá de su feminismo y su ser revolucionaria–, esa siempre fue la consigna de Barbie: vender cuantas réplicas de ella fuesen posibles. Y eso no está mal, ocurre todos los días. Yo mismo he comprado y regalado algunas, y escribí un cuento que ganó un certamen literario inspirado en ella. Pero de ahí a elevar a sacerdotisa del mundo real a una muñeca con un pasado cuestionable, hay una distancia muy grande que yo no pienso recorrer.

No, yo no soy Barbie.

Ventas de la muñeca Barbie de Mattel a nivel mundial de 2012 a 2022 (en millones de dólares). Fuente: Statista
Ventas a nivel mundial de la muñeca Barbie de Mattel de 2012 a 2022 (en millones de dólares)