Hugo Sánchez (o la Paradoja de Einstein)

Por ANDRÉS TAPIA / Fotografía: DOMINIO PÚBLICO

Sería mentira decir que he admirado profundamente a Hugo Sánchez. Y también sería mentira decir que no lo he hecho. Su brillante y extraordinaria carrera en la Liga Española y el fútbol europeo –primero en el Atleti y después en el Real Madrid–, de manera inconsciente, acaso, de forma inevitable permeó en el ánimo de quién entonces era un adolescente que había renunciado al fútbol por las trapacerías extra-fútbol cometidas por el equipo que siendo niño me enamoró: el Club América de México.

Sin reconocerlo, no de manera consciente, admiré tanto a Hugo que lo convertí en el ídolo del protagonista de un cuento que escribí y que, en su tiempo, obtuvo el primer lugar de un concurso literario. “¡Hugo, Hugo… ¡Hugol!”

Es sólo que, un poco después, Hugo se quiso convertir en algo que no era y ya no lo admiré tanto, pero no lo dejé de admirar. Aquel gol de chilena frente al Logroñés no pude olvidarlo jamás. Y, siendo honestos, ¿quién podría?

El amor-odio es acaso el más excelso y extraordinario de los sentimientos que existen: amas y odias a la misma persona con la misma intensidad, como si tal cosa fuese posible. Y, sin embargo – parafraseando a Galileo–, lo amas y lo odias a un mismo tiempo.

Pero tampoco amé-odié a Hugo tanto: por fortuna hubo, hay, habrá otras cosas a las que amar-odiar más… hasta el día de ayer en que el maravilloso sentimiento del amor-odio se transformó en otra cosa, algo difícil de nombrar.

No sé, se parece al desprecio, al sentimiento de sentirse estafado, engañado, vilipendiado por alguien a quien respetabas pese a ciertas aristas de su ser.

Convertido en los últimos tiempos en un analista de fútbol para la cadena ESPN, Hugo Sánchez cometió el desliz –es un eufemismo: en realidad y en mexicano es un acto grotesco llamado coloquialmente “pendejada”– de invocar a Albert Einstein para hacer un comentario de una jugada polémica que definió la final del Campeonato de Fútbol de la Liga MX.

“El espacio y el tiempo es que la gente inteligente, que en este caso (es), el jugador del América, fue inteligente, utilizó el espacio y el tiempo y el otro jugador utilizó el espacio y dice: ‘No voy a llegar a la pelota, pero le voy a estorbar para que no remate de manera cómoda…’ Y eso significa intencionalidad, y en el arbitraje (ininteligible)… si ese jugador no se barre y tiene el campo libre, el jugador del América se tira, le hace falta, ¿hay contacto o no hay contacto?”

Tratando de descubrir las fuerzas que gobiernan al Universo, es profundamente banal (aunque en su ignorancia Hugo Sánchez casi toca la “verdad”) sugerir que en cuestión de segundos un imbécil llamado Israel Reyes es capaz de plantear y ejecutar una ecuación física y matemática que está mucho más allá de sus talentos como futbolista… los únicos que tiene. Es decir: que en presencia de una masa el espacio-tiempo se “deforma” a un punto tal que cualquier otra masa percibe ese espacio deformado y se ve obligada a seguir trayectorias diferentes a cuando estaba el espacio sin deformar (sin ninguna masa). ¡Wow! Hugo e Israel, por favor, vayan a enseñar física a la Universidad de Princeton.

El fútbol es un juego inexacto en el que las matemáticas no tienen una influencia determinante, pero sí la física y la soberbia. Luego entonces es un arte en el que lo improbable es, en muchas ocasiones, posible.

La física, en cambio, es una ciencia exacta que no obstante tiene que ser humilde en tanto hasta el día de hoy le ha sido imposible reconocer y definir los límites del Universo.

Hugo: hoy lamento haberte incluido como el ídolo del personaje de un cuento que pronto será una película: eres patético. Y eres mucho más soberbio e idiota que el soberbio e idiota que gobierna este país.

¡Qué pena!