Por ANDRÉS TAPIA // Foto: ANNA KAIM / POLISH PLAYBOY

No puedo guiar a mis lectores a ninguna parte porque no conozco el camino.

La frase no es mía, pero no la entrecomillaré porque pretendo hacerla mía. Y lo siento mucho, Etgar, hermano mío, pero voy a robártela.

Es un día común. Pero extraño. Común porque estoy fuera de la oficina, fumando un cigarrillo, en el mismo sitio en el que suelo fumar cigarrillos: una jardinera del edificio contiguo al que alberga la editorial en la que trabajo. Un guardia de seguridad pasea por ahí pero me ignora mientras piensa: “El mismo tipo de siempre que fuma cigarrillos sentado en el borde de la jardinera”.