¡Messi es un ladrón!

Por ANDRÉS TAPIA / Fotografía: INTER MIAMI CF

“¿De qué otra forma se puede amenazar que no sea de muerte? Lo interesante, lo original, sería que alguien lo amenace a uno con la inmortalidad”. La frase es de Jorge Luis Borges y estos días puede aplicarse a Lionel Andrés Messi Cuccittini, quien los últimos días ha sido acusado (no precisamente con estas palabras) de corrupto, manipulador y ladrón. Consecuentemente, también ha sido amenazado con la inmortalidad

Nada fácil debe ser haber permanecido a la sombra del llamado “más grande del Mundo”, un ser extraño, virtuoso para el fútbol, que conforme creció fue haciéndose cada vez más talentoso… para bien y para mal…

A Diego Armando Maradona le tomó 26 años ganar la Copa del Mundo; a Messi, casi diez más. Al día de hoy, empero, los excesos, irregularidades, delitos y trampas cometidos por Maradona, de todos los cuales existe evidencia y registro, no han servido para condenarlo y enviarlo al calabozo de la historia.

En cambio, en el partido más reciente del actual equipo de Messi, este envía un centro al área, producto de un tiro libre, sin ángulo para colocarlo con su pierna izquierda en dirección a portería, y un defensor perpetra uno de los autogoles más infames de la historia. Como resultado, el rosarino es calificado de ladrón, tramposo y vendido.

Decir eso mismo a los fanáticos de Maradona de Maradona, implica el riesgo de ser crucificado: práctica común, procedimiento usual y modus operandi de los populistas, que cuando se saben vencidos se parapetan detrás de su soberbia y se fingen víctimas de una conspiración.

No podría ser de otra manera. ¿Alguien, alguna vez, se ha preguntado por qué los argentinos no festejaron la Copa del Mundo de 1978 –la primera de su historia– como lo hicieron con la de 1986? La pregunta es retórica. En 1978 estaban sometidos por la dictadura de los militares y enfrentaban a diario desapariciones, asesinatos, torturas y violaciones, por decir lo menos.

¿Quién podría juzgar a una nación sometida al horror? Pero si el antídoto sociocultural a eso fue Maradona, en especial si se considera que la Guerra de las Malvinas fue un invento de los militares que necesitaban un distractor para asegurarse el poder, la “elección” del mesías fue cuando menos desafortunada.

Las cosas fueron así: los militares designaron al Reino Unido como su enemigo negando con ello sus lazos culturales con esa nación (¿por qué demonios se juegan el polo y el rugby en la Argentina si los británicos son tan malas personas?). Al final, ya se sabe, las malditas islas se perdieron.

Y entonces llega 1986, México sale al quite de Colombia, que debido a su situación política y social no puede organizar el Mundial, y el Diego se inventa un gol maravilloso, el más maravilloso de toda la historia de los mundiales.

Pero es el mismo Diego que habrá de fascinarse por la cocaína. Es el mismo Diego que pateó en el suelo la cabeza de sus rivales. Es el mismo Diego que habrá de asociarse –sí, asociarse–, con la Camorra de Nápoles. Es el mismo Diego, amigo de Fidel Castro, que suscribirá su política tiránica. El mismo Diego al que algunos –en realidad miles– llaman dios.

Messi, en cambio, será vilipendiado por sus compatriotas por sus malas actuaciones en los mundiales de Sudáfrica, Brasil y Rusia; saldrá del Barcelona por un asunto de salarios para recalar en el Paris Saint-Germain donde habrá de pasar con gloria y también con pena, para finalmente ganar la Copa del Mundo en Qatar.

Luego, por las razones que sean, elige al Inter de Miami, uno de cuyos dueños es el exfutbolista británico David Beckham, y apenas debutar comienza a anotar goles y el peor equipo de la Major League Soccer empieza a ganar.

Se ha dicho ya que Messi no es un jugador de este planeta, pero ha sido más sencillo, luego de muchas décadas, reconocer la presencia en los cielos de lo que hoy se conoce como Unidentified Aerial Phenomena (UAF) y considerar seriamente la posibilidad de la existencia de vida en otros planetas, que dar por sentado que la llegada del 10 argentino a cualquier equipo del Mundo basta para transformarlo.

Por supuesto, quienes hablan de una conspiración para que el Inter de Miami sea campeón de la Leagues Cup de la mano de Messi son unos cuantos desubicados que, en la era de las redes sociales, se aprovechan de la polarización que estas generan para favorecer sus oscuros intereses, lo cual resulta lógico hasta cierto punto.

Lo que no es lógico, más allá de su talento como futbolista, es tratar de manchar a un tipo con una carrera limpia, dentro y fuera de las canchas, y desviar la mirada cuando se habla de su endiosado compatriota que en vida fue un delincuente en más de un sentido.

Messi no ha robado nada hasta ahora, al menos algo que ante las leyes de los hombres lo convierta en criminal. Es sólo que, ante la amenaza de inmortalidad que ya se cierne sobre él, tacharlo de ladrón resulta muy conveniente para sus detractores, sean quienes sean estos.

Y sí, estos días, antes de ellos y en los que no han llegado aún, Messi se ha comportado como un ladrón al robarse la admiración de un Mundo que, por fortuna, piensa ahora en él cuando se habla del más grande de la historia.