Por ANDRÉS TAPIA

Pretender denostar o minimizar el talento de Diego Armando Maradona, ya sea en círculos académicos cerrados, barrios populares, sobremesas casi imposibles en estos tiempos o en las volátiles redes sociales, es un despropósito y equivale a atentar contra el dios de una de las tres principales religiones del Mundo. O, mejor dicho, cuatro, porque nos guste o no el fútbol es la cuarta. Y lo que ocurrió ayer refiere una fascinación sólo comparable a los excesos intrínsecos de una religión.

México fue el escenario en el que Maradona protagonizó su gesta más grande: la consecución del segundo Mundial de Fútbol para Argentina, el más importante, el verdadero y auténtico, porque el primero, el conseguido en la propia casa, ese no cuenta. Acaso porque cuando ocurrió, 1978, la Argentina tenía otras cosas por las que preocuparse: una dictadura militar había sometido al país y sobrevivir era más importante que un campeonato de fútbol.

Por ANDRÉS TAPIA

En la década de 1970 el periódico mexicano Excélsior publicaba los días domingo, al igual que muchos otros diarios del mundo, un suplemento de tiras cómicas que en su mayoría estaba formado por viñetas creadas por dibujantes y escritores estadounidenses.

De formato tabloide y con tan sólo ocho páginas, el papel que las contenía –medio pliego en el argot de las imprentas– no venía de origen seccionado sino que era necesario cortarlo para poder leerlo de manera común. De no hacerlo así su lectura implicaba los malabares que haría cualquier persona que desdobla un mapa plegable.

Por ANDRÉS TAPIA

El 15 de diciembre de 1983, el cantautor argentino Charly García se presentó en la sala de conciertos Luna Park, de Buenos Aires, para presentar Clics Modernos, el segundo álbum solista de su carrera. Cinco días atrás, la Junta Militar que gobernó Argentina por espacio de siete años, entregó el poder a un gobierno constitucional. Una canción de ese disco, “Los dinosaurios”, hacía alusión a la brutal herencia de los militares: treinta mil personas desaparecidas.

Los amigos del barrio pueden desaparecer

Los cantores de radio pueden desaparecer

Los que están en los diarios pueden desaparecer

La persona que amas puede desaparecer

Los que están en el aire pueden desaparecer

Los que están en la calle pueden desaparecer

Los amigos del barrio pueden desaparecer

Pero los dinosaurios van a desaparecer

Por ANDRÉS TAPIA // Fotografía: EFE: IGNACIO GRIMALDI

A Silvina Maricel: amiga accidental, hermana por nacimiento

Me llamo Andrés, igual que tú, aunque ese nombre, para ti, sólo aparezca en tu certificado de nacimiento y algunas veces en la memoria de algunos cronistas deportivos que, por un defecto de profesión, suelen citar a la historia con todas sus letras. Lionel, o sólo Lio, el primer nombre de tu nombre o su apócope —ambos los salvoconductos con los que habrás de cruzar, un día, las puertas de la historia—, tengo algo que preguntarte… ¿harás, por fin, campeona a la Selección de Argentina?

Antes de que te meses el cabello, bajes la cabeza, mires el suelo y luego, a modo de defensa, exhibas una sonrisa a media asta, vendría bien que supieras que yo no te estoy exigiendo nada: no soy argentino, tampoco un fanático del fútbol y Barcelona y el Barcelona no son mi segunda patria ni mi equipo alterno internacional favorito. Luego entonces, mi pregunta impertinente no es sarcástica ni irrespetuosa: tan sólo aventura la idea de saber qué se siente ser el depositario de una responsabilidad tan grande que alberga, a un mismo tiempo, la alegría o tristeza de un país.

Por ANDRÉS TAPIA

Hubo un tiempo en el que el país en el que vivo fue un buen sitio para vivir: el diario llegaba todas las mañanas y, pese a que era arrojado con la violencia con la que se arroja un cadáver, nadie temía levantarlo porque en sí mismo aquello era un acontecimiento feliz. Era así porque las malas noticias ocurrían en otros países y en otros tiempos, y la tormenta que vendría estaba situada en un futuro muy distante.

En tiempos como ese, las tragedias, por ejemplo, ocurrían en Nueva York. La noche del 10 de agosto de 1977, un periodista de televisión en México llamado Jacobo Zabludovsky, en punto de las 22:00 horas, inició su programa con las siguientes palabras: “Nueva York al fin puede dormir: cayó el Hijo de Sam”. Zabludovsky se refería a David Berkowitz, un asesino serial que había asesinado a seis personas y herido a siete más en un lapso cercano a 13 meses.

Por ANDRÉS TAPIA

Edgar niño: ésta es tu oportunidad. No vas a tener otra si vos deseás llegar a tiempo, justo a tiempo. El hombre de las orejeras ya se ha girado, el carro guía se aleja, los demás se van. ¡Corré, corré y tené cuidado! Lentamente. Dejá que dé la vuelta y se detenga. Ahora, sube los pies, ahora que está quieto. Eso es, muy bien. No, no mirés, nadie está mirando ¿quién podría mirar?, ¿quién va a imaginarte a vos, Edgar niño, aquí, hoy? Trepá la plataforma, muy alta para tu cuerpo, muy pequeña para tu deseo, una plataforma apenas y en ella todo el tiempo reunido: ojos azules casi húmedos, cabello rubio asimétrico y alborotado, brazos delgados y tensos, labios de hielo, la jauría de todos los recuerdos encerrados en tu mochila, once años, el adiós que no dirás, con tus manos de niño, Edgar, que no dirás…

Entrada la noche, cuando el barullo disminuya hasta ser casi inaudible y escuche a papá decirle a mamá: “Será mejor que vayamos a la cama”, comenzaré a orar. Para entonces, los grillos, la lechuza antigua del jardín y los murciélagos rondarán mis ojos y querrán encerrarme en sus ojos y destino y quizá hasta convertirme en Luna. Pero hace noches que soy Luna, tan pálido, no tanto como vos.

Por ANDRÉS TAPIA

A mi hermano Pablo. A mi primo Tavo. A mis amigos Roberto, José Ramón, Rogelio e Iván…

Alguna vez, Björk definió al fútbol de la siguiente forma: “El fútbol es un festival de la fertilidad: once espermas tratando de alcanzar el óvulo… Siento pena por el portero”. Citar las palabras de la cantante islandesa no es un acto oportunista en coincidencia con la primera ocasión en que la selección de Islandia participará en una Copa del Mundo: de alguna retorcida, estrafalaria y genial manera –tal y cual es ella– definen el oficio, el arte y la posición de un arquero.

Björk, sin embargo, no fue la primera en advertir la soledad a la que está sometido el único jugador que puede hacer uso de sus manos en el campo de juego. En Speak, memory, un libro de memorias publicado en 1951, Vladimir Nabókov definió a la figura del portero de la siguiente manera: “El portero es un águila solitaria, un hombre misterioso, el último defensor. Más que un guardián de la portería, es el guardián de los sueños”. Nabókov aludía a su tiempo como guardameta en el equipo Trinity College de la Universidad de Cambridge a inicios de la década de 1920.

Por ANDRÉS TAPIA

En la Plaza Cortázar, en el barrio de Palermo, en Buenos Aires, existe una tarde de noviembre, un mago que luce como un pordiosero, un árbol con dos letras inscritas en él y una historia que deambula y husmea por entre los pies de la gente. La tarde es azul y feliz. El mago finge ser infeliz. El árbol es tan grande que cobija al mago, a las letras y a la historia cuando ésta se cansa de vagar por ahí.

Con un poco de fortuna es posible contemplar todo el conjunto reunido, es decir: la tarde azul y feliz de noviembre, el mago que viste como pordiosero, el árbol, sus letras y la historia que de tanto husmear los pies de la gente en ocasiones parece un perro callejero. Y si ocurre así, entonces es como mirar un cuadro de Manet… pero en otro siglo.

Por ANDRÉS TAPIA

Habían pasado todos los trenes de la historia y en el futuro pasarían muchos más, pero el tren que se detuvo el 28 de diciembre de 2016 en Palermo, no era sólo un tren más prefijado en el pasado ni tampoco sería uno al que olvidaría el futuro.

Provenía de otro siglo: locomotora de vapor, carbón como combustible. Quien conoce de trenes y nostalgias imaginará el ruido atronador y mítico de sus bielas, ruedas y engranes, sin dejar de lado la estela de humo negro que se esparció por toda la estación y provocó que el hombre que aguardaba en una banca situada justo a la mitad del andén, y la niña que descendió de la tercera puerta del quinto vagón del tren, tosieran a un mismo tiempo y casi imperceptiblemente.

Por ANDRÉS TAPIA // Fotografía JOHN COOLEY

Conduzco de regreso a casa.

Estela de Carlotto, la presidenta de la asociación de las Abuelas de la Plaza de Mayo, habla en la radio y recuerda –con su dulcísima voz de abuela– cómo fue que logró encontrar al hijo de su hija Laura Estela, secuestrada y desaparecida el año 1977 en Buenos Aires. Casi treinta y seis años de búsqueda para descubrir que un hombre llamado Ignacio Hurban, quien es director y profesor de la Escuela Municipal de Música Hermanos Rossi, es su nieto. Alejandro Franco, un viejo y adorable conocido mío, entrevista a la abuela De Carlotto para W Radio. Ellos están en la mítica Buenos Aires. Yo en la Ciudad de México con su tráfico infernal de siempre.

Por ANDRÉS TAPIA

Incluso en un país tan fervientemente católico como México, el representante de Dios sobre la Tierra debe caminar de puntillas sobre las inquietas y profundas aguas del mar mexicano del nacionalismo. So pena, claro está, de ahogarse.

Por ANDRÉS TAPIA

En la película Enemy at the Gates (Jean-Jacques Annaud, 2001), el comisario Danilov, personificado por Joseph Finnes, responde a Nikita Khrushchev (Bob Hoskins) cuando éste pide sugerencias a sus generales para dar una lección a las desmoralizadas tropas soviéticas en Stalingrado: “Démosles esperanza”.

Por ANDRÉS TAPIA

Las palabras suelen traicionar. La infancia también.

Guardo en la memoria, como un tesoro, el recuerdo y el diálogo entre un niño y un hombre joven en una tienda de cómics en Buenos Aires, Argentina, que ojalá aún exista en la calle de Corrientes.

Es el otoño de 2001, un mes antes de los “cacerolazos” en Argentina y casi uno después del 11 de septiembre en Estados Unidos. El chico llega corriendo, de la mano de su padre, y así, corriendo, se dirige hacia uno de los vendedores. De botepronto, sin decir hola, le pregunta: “Decime… ¿por qué Bane le rompió la espalda a Batman si Batman es invencible?”.

Por ANDRÉS TAPIA // Fotografía: TOM CHAMBERS

Quienes lean estas líneas y no estén familiarizados con la expresión que da título a esta columna, tendrían que saber que esta última forma parte de la ideología, la idiosincrasia y los modus vivendi y operandi de la gente nacida en México. Paradójicamente, a pesar de que se halla situada entre dos signos de interrogación, no se trata de una pregunta, sino de una afirmación. Y lo que afirma es una verdad de Perogrullo, matizada con el singular cinismo de una sociedad poco adepta al cumplimiento de las reglas y en cambio adicta a la impunidad: “un poco no es demasiado”.