Por ANDRÉS TAPIA
No era niño ya, pero aún tenía algo de niño. Y no sé bien por qué, pero decidí que quería repartir periódicos por las mañanas.
Una día descubrí un anuncio en un periódico local: “Se solicita repartidor de periódicos”. Arranqué la página y con 16 años y todas las ilusiones que pueden tenerse a esa edad, me presenté en una pequeña oficina situada en Viveros de la Loma, un barrio de clase media situado en la periferia de la Ciudad de México.