Si uno escribe en el buscador de Google el nombre de Will Smith, la plataforma arroja una cifra de 2,240,000,000 resultados. En el caso de Chris Rock, los números se reducen a la mitad. La frase o las palabras “Russia Ukraine War”, en cambio, exhiben un número de 2,050,000,000. Queda claro, pues, cuáles son las prioridades

Por ANDRÉS TAPIA

Por ANDRÉS TAPIA // Fotograma: TAMARA SAYAR

En la película The Shawshank Redemption (Frank Darabont, 1994), protagonizada por Tim Robbins y Morgan Freeman, hay una escena en la que Andy Dufresne (Robbins) se incorpora a una mesa para desayunar con el grupo de presidiarios al que frecuenta, luego de haber permanecido dos semanas en confinamiento solitario por haber hecho sonar en los altavoces de la prisión un fragmento de Las Bodas de Fígaro.

Entre bromas, sus compañeros le preguntan si el aislamiento fue difícil de llevar. Dufresne responde que no. “Tenía al señor Mozart aquí y aquí”, responde, llevándose la mano al corazón y a la cabeza, ademán que desconcierta a los hombres que lo rodean. Enfrentado a su incomprensión, Dufresne sostiene un diálogo con Ellis Boyd Redding, “Red”, personaje que es caracterizado por Freeman.

Por ANDRÉS TAPIA // Fotografía: WARNER BROTHERS

La secuencia más devastadora de Joker, la película de Todd Phillips que ha roto los paradigmas que hasta hoy se tenían de los conceptos del bien y del mal, es aquella en la que Arthur Fleck ingresa al apartamento de Sophie Dumond mientras ella no está, y se sienta en el sillón a esperarle. El espectador, que hasta ese momento ha visto interactuar a Fleck con Dumond en lo que parece un romance inmemorial entre dos seres marginales, recibe de golpe el acuse de recibo de una mentira: la voz en off de Sophie le dice que vive en el extremo opuesto del piso, que se ha equivocado de apartamento, que por favor se marche, mientras que en las imágenes idílicas que él percibe de ambos en su mente, repentina y sorprendentemente aparece solo.

Por ANDRÉS TAPIA

No debe ser fácil vivir en un país en el que tus abuelos asesinaron a seis millones de personas. Pero si no fueron tus abuelos, entonces tuvieron que haber sido los hermanos de tus abuelos. Y si tampoco fueron los hermanos de tus abuelos, entonces fueron los amigos de tus abuelos y sus hermanos. En todo caso alguien de tu familia cercana, o cercano a tu familia, fue partícipe de uno de los horrores más terribles que haya conocido el mundo. El único requisito para que eso ocurra es que hayas nacido en Alemania un poco antes, durante y después de la Segunda Guerra Mundial.

A casi 75 años del final del conflicto bélico que más muertes ha causado en la historia de la humanidad, más de uno querría dar vuelta a la página y echarle un vistazo al presente y al futuro, o acaso, simplemente, dejar de mirar el pasado y atender los problemas que enfrenta el mundo el día de hoy y que, llegado el momento, podrían devenir en un conflicto tanto o más mortífero.

Por ANDRÉS TAPIA

El año 1992 Charlie Brooker cursaba la licenciatura en Ciencias de la Información en el Politécnico Central de Londres, que por ese entonces se convertiría en la Universidad de Westminster. Había nacido en 1971, de modo que el final de su niñez, su adolescencia y el principio de su juventud tuvieron lugar durante la década de 1980.

Para graduarse, Brooker presentó una tesis en torno a los videojuegos y la industria que los rodeaba, la cual había crecido de manera notable durante los años 80. Pese a esto, su disertación fue rechazada en virtud a que dicho tema no era un tópico aceptable en una institución de enseñanza superior cuyo origen se remontaba al año 1838, entonces bajo el nombre de Royal Polytechnic Institution. Consecuentemente, Brooker no pudo obtener su título universitario.

Por ANDRÉS TAPIA

No es mi historia. Sin embargo, se parece. No al modo de la exactitud, acaso tan sólo de la coincidencia, y en cualquier caso de manera circunstancial. Pero se parece, se parece mucho.

* * *

Cogí mi bicicleta y me dirigí al Centro de la Ciudad de México. Necesitaba una bombilla singular que sólo puede conseguirse en una zona aledaña al Barrio Chino, un lugar eternamente repleto de transeúntes, basura, ruido y delincuencia. Aun así, por alguna extraña razón, ese sitio siempre ha sido fascinante. Lo fue para el niño y adolescente que fui; lo es todavía para el adulto que soy.

Por ANDRÉS TAPIA  // Foto: PATY PERRET / A24

En la borrasca de un sueño recordó que besó a una mujer llamada Irán… o que una mujer llamada Irán lo besaba. Era una noche de tantas, en un bar de tantos, en medio de tanta gente y, al mismo tiempo, de tanta nada. Se revolvió en la cama con la violencia del cilindro de un revólver que alguien más hace girar con quién-sabe-qué-avieso-propósito y que, pese a tanto y todo, tan sólo contiene una bala. En medio de sus desvaríos, Irán, empero, no se desvaneció.

En aquel beso, que su inconsciencia imaginó eterno, el fragor del deseo y la necesidad de amor riñeron voluptuosos y vulgares como dos ebrios en un bar. Él era, a un mismo tiempo, el bartender y el depositario de la saliva de aquellos labios.

Por ANDRÉS TAPIA

En el tercio final de la película The Shawshank Redemption (Frank Darabont, 1994), Andy Dufresne (Tim Robbins) pregunta a su amigo Red (Morgan Freeman) si cree que abandonará alguna vez la prisión de Shawshank en la que ambos están recluidos. Dufresne ha permanecido ahí 19 años por un doble asesinato que no cometió; Red, en cambio, es culpable de homicidio en primer grado y ha cumplido 39 años de una sentencia de cadena perpetua. Red, cuyo nombre completo es Ellis Boyd Redding, le responde que sí: “…un día, cuando tenga una larga barba blanca y dos o tres tornillos sueltos, me dejarán salir”.

Con una mueca que forcejea por convertirse en sonrisa, un visaje que se corresponde tras dos meses de estancia en solitario en “el hoyo”, Dufresne replica: “Te diré a donde iría yo… Zihuatanejo (…) está en México. Un lugar pequeño en el Océano Pacífico. ¿Sabes qué dicen los mexicanos del Pacífico?”.

Por ANDRÉS TAPIA

El año de 1897, desde el 1 de enero hasta el 15 de diciembre, en Le Magazin d’éducation et de récréation, una revista publicada quincenalmente en Francia, se publicó una novela por entregas (que apareció completa en tanto libro el 24 de junio de ese mismo año), titulada Le sphinx des glaces (La esfinge de los hielos). El autor de la misma era un tal Jules Verne.

Verne, que había nacido en la ciudad de Nantes el año de 1828, además de visionario se convertiría, gracias a los oficios traductores de Charles Baudelaire, en un seguidor, discípulo y amante irredento de un ignoto escritor estadounidense —tanto o más maldito que el propio Baudelaire— que, sin embargo, había fascinado con su prosa poética al enfant terrible de la literatura francesa del siglo XIX. Aquel escritor se llamaba Edgar Allan Poe y había muerto casi cinco décadas antes, con precisión el 7 de octubre de 1849.

Por ANDRÉS TAPIA

La cinematografía, en tanto invento, precede a la televisión y su origen se remonta a los últimos años del siglo XIX. A partir de una máquina llamada cinématographe patentada en 1895, los hermanos Louis y Auguste Lumière fueron capaces de filmar y proyectar imágenes en movimiento. La televisión, sin embargo, si bien en los hechos ofrecía cierta similitud con la cinematografía, difería de aquella en tanto estaba dotada de la capacidad de ofrecer la proyección de imágenes en tiempo real.

Tres décadas separan a la invención del cinematógrafo y el primer televisor comercial, cuya creación fue obra del ingeniero escocés John Logie Baird en 1925. Consecuentemente, el cine dispuso del privilegio de imaginar, crear y establecer una narrativa visual.

Los primeros televisores se comercializaron a finales de la década de 1920, pero representaron tan sólo el privilegio de unos cuántos y lo que proyectaban era prácticamente nada. Y si bien su auge se potenció durante las siguientes dos décadas, su oferta era mínima y circunscrita a ámbitos locales. El cine, en cambio, comenzaba a experimentar.

Por ANDRÉS TAPIA

En una ocasión, para tratar de definir los vericuetos de su oficio, Federico Fellini aseguró: “Cuento las cosas con imágenes, de modo que por fuerza tengo que atravesar esos corredores llamados subjetividad”.

El diccionario define a la palabra subjetivo como “perteneciente o relativo al sujeto, considerado en oposición al mundo externo”, mientras que una segunda acepción matiza: “perteneciente o relativo al modo de pensar o de sentir del sujeto, y no al objeto en sí mismo”.

Por ANDRÉS TAPIA

Cuando tenía siete años, Roger Stone participó en un ejercicio electoral en el colegio. Era el otoño de 1959 y John F. Kennedy y Richard Nixon contendían por la presidencia de los Estados Unidos. Los padres de Stone eran republicanos, pero sentían simpatía por Kennedy en tanto era católico como ellos. El imberbe Roger, político precoz, decidió que Kennedy debería ganar a costa de todo. Para ello informó a sus condiscípulos, uno a uno, que una de las políticas de Nixon era instaurar clases los sábados.

Eventualmente John F. Kennedy ganaría en el ejercicio del colegio de Stone. Y en la elección real se convertiría en el 35º presidente de los Estados Unidos.

Por ANDRÉS TAPIA

En la película Deadline U.S.A. (Richard Brooks, 1952), Humphrey Bogart personifica a Ed Hutcheson, un periodista de la vieja guardia que edita el periódico The Day.

A las vicisitudes de su cruzada diaria en pos de la verdad, Hutcheson suma el conflicto de disuadir a Margaret Garrison, la viuda del fundador del diario, de no venderlo a un competidor cuyo único interés es cesar la operación del mismo.

Por ANDRÉS TAPIA

–Sí, la historia se repite, engañas a la gente con tu propaganda.

–Oh, Sawatzki, no lo entiendes. En 1933 la gente no fue engañada con propaganda: eligieron a un líder que describía abiertamente sus planes con toda claridad. El pueblo alemán me eligió.

El diálogo pertenece a la película Er ist wieder da (Ha vuelto, David Wnendt, 2015) y tiene lugar entre los dos personajes principales del filme: Fabian Sawatzki, un creativo de televisión frustrado con aspiraciones de director de cine, y Adolf Hitler.

Por ANDRÉS TAPIA

Los muertos están vivos.

Esa es la leyenda, el súper (en términos cinematográficos) que aparece al inicio de la película Spectre (Sam Mendes, 2015) protagonizada por el actor británico Daniel Craig.

La secuencia inicial, de poco más 12 minutos de duración, fue filmada en el Centro Histórico de la Ciudad de México y exhibe un desfile multicolor –que hasta el momento en que se filmó la cinta era inexistente– basado en las tradiciones mexicanas en torno al Día de los Muertos.

La narrativa visual, su coreografía, el diseño de arte y el vestuario, la incorporación de una persecución y una pelea en un helicóptero que despega y sobrevuela la Plaza de la Constitución, son espectaculares. El plano secuencia –hollywoodense, sin duda, pero no por ello intrascendental– se implanta en la memoria como si fuese la visión cercana de un cometa. En el inconsciente –o consciente– colectivo de México, supone un hierro al rojo vivo que marca la piel de un condenado a muerte.

Por ANDRÉS TAPIA

I have this fear of clowns, so I think that if I surround myself with them, it will ward off all evil.

Johnny Depp

 

Al final de la única novela que ha publicado, William Pescador, el crítico literario mexicano Christopher Domínguez Michael, describe a una hermosa nariz roja de payaso como “la madre de las máscaras”.

Esa nariz roja, esa máscara, en la historia representa una herencia y a la vez una compleja moraleja del Mundo, toda vez que ha sido acompañada de una serie de piezas de un juego de ajedrez (inconexas entre sí a partir de sus formas) que recibe de su abuelo un chico de 11 años cuyo universo –un espacio de cuatro paredes y en ocasiones unas cuantas calles a la redonda llamado Omorca– acaba de colapsar. Pero ese universo, a pesar de todo y precisamente por ello –y por esa máscara– es un sitio feliz.

Por ANDRÉS TAPIA

Gustavo me contó la historia en un café unos años antes de que llegase el fin de siglo. Acaso era 1997, 1998… no lo recuerdo con precisión. Bajo el influjo de dos rondas de un brebaje –hoy mítico y casi imposible de conseguir– llamado Ice Cream Soda de Fresa, intentábamos descifrar nuestro presente a partir de los eventos del pasado. Sé bien que puesto así luce tan naïve que acaso nadie prestará atención a este relato, pero cuando eres joven el azúcar y la inocencia pueden embriagar y soltarte la lengua mucho más que tres litros de cerveza.

Él estudiaba la escuela secundaria y en el primero o segundo curso conoció a una niña llamada Aída. Gustavo tenía 12, 13 años, una edad febril y fértil para las fantasías, pero improbable para el amor. Empeñado, como cualquier soñador que se precie de serlo, de ir a contracorriente, mi amigo –hijo de un madre soltera que también era madre soltera de su medio hermano– se enamoró.

Por ANDRÉS TAPIA

Es una noche tranquila. Salgo del trabajo, camino por ahí, decido ir a un bar. Es un bar familiar, conocido, estuve ahí hace dos noches. Pero no quiero beber un trago, no es eso lo que me motiva, tan sólo quiero pasar al baño y orinar. Y también quiero encontrarme con Salvador y María Luisa, dos amigos entrañables. Sé que están ahí, quiero que estén ahí. Pero no están.

Nadie me franquea la entrada, no hay gente, quizá porque es lunes. El recuerdo de Salvador y María Luisa es una pintura gótica que sólo existe en mi mente, un recuerdo, quizá un deseo, pero no más. Me dirijo al baño y atravieso el salón donde debería estar la barra, el bartender, la música y el aire lleno de conversaciones. Pero no hay nada, el salón está vacío, como si la historia nunca hubiese tenido lugar ahí.

Por ANDRÉS TAPIA

Rick Blaine no podía enamorarse de ella. No se lo permitían el despecho ni el guion de Julius J. Epstein, Philip G. Epstein y Howard Koch. Pero ni el sentimiento ni los escritores le pusieron objeciones para que la mirase, desease y sedujese, con tal de paliar el recuerdo de Ilsa, aquella mujer nacida en Noruega de la que se enamoró en París el año de 1940 y la cual lo abandonó sin darle explicación alguna.

Yvonne era, pues, la segunda, la amante de adorno, el refugio en el cual podía guarecer su corazón roto y su ego maltrecho. Y no sólo eso: en términos dramáticos Yvonne representaba el contrapunto necesario para enfatizar la pasión de Rick por Ilsa: sin ella, el tipo rudo no consigue la justificación para su carácter, la emancipación necesaria para beber un whisky tras otro, y mucho menos el aura casi poética del macho alfa abandonado que, pertrechado en el encono de su amargura, halla en esto el pretexto justo para cometer tropelías y exigir en silencio ser rescatado.

Por ANDRÉS TAPIA

Dedicado a todas las Ma Di Tau que conozco: Andrea, Angie, María Luisa, María Eugenia, Mariela, Gianella,  Mónica, Magda, Claudia, Lourdes B, Lourdes T, Eugenia, Tania, Marisol, Irene, Patricia, Sheyla, Raquel, Teresa, Cynthia, Mary, Haidé y las que me falten nombrar…

El destino de un río es alcanzar el mar; el de una leona salvaje formar algún día parte de una manada. Pero en los casos del río Okavango y de Ma Di Tau ese destino no se cumple, al menos no como la naturaleza lo imagina.

El Okovango nace en Angola, en una región lluviosa conocida como Bié Plateau, a 1,780 metros sobre el nivel del mar, y recorre 1,600 kilómetros en dirección sur-sureste hasta alcanzar el desierto de Kalahari, en el norte de Botswana. Pero una vez ahí, por algún extraño capricho de la geografía y la hidrografía, el Okavango deja de ser un río para convertirse en un pantano.