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Por ÓSCAR GARDUÑO NÁJERA

Para mi hermanita, para mi madre

Cuando las tristezas apabullan, ni siquiera se sabe por dónde comenzar. Si algún idiota me lo hubiera sugerido a manera de terapia los días posteriores a los que ocurrió el funesto hecho, cuando nos dimos a la imperiosa tarea de llorar tanto y tanto frente a lo que era tu cuerpo ya vacío, seguramente habría ignorado su sugerencia. Ni siquiera me lo propuse yo que tan altanero soy con las palabras y que encuentro cualquier pretexto, bueno o malo, para escribir.

Por ANDRÉS TAPIA

Cursaba los estudios universitarios en la Escuela de Periodismo Carlos Septién García cuando, una noche, el entonces director de la misma, Manuel Pérez Miranda, contó a la clase una historia extraña a propósito de no puedo recordar porqué. Era algún momento de la década de 1960 –quizá finales– y los técnicos, operadores y personal especializado del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México notaron que algunos de los aviones que aterrizaban por la noche, exhibían en el fuselaje notorios orificios ocasionados por balas. “¿Qué demonios está ocurriendo?”, se preguntaron.

Por ANDRÉS TAPIA

Una compañía de viajes (Sky Travel), una agencia de relaciones públicas (Porter Novelli) y un académico inglés caído en desgracia (Cliff Arnall), decidieron en el invierno de 2005 que el día más triste del año tendría que tener lugar en enero y ser lunes.

Por ANDRÉS TAPIA // Ilustración: PAUL POPE

Hace algunos años, una tarde del verano de 1995, justo una semana antes de que mi amigo Iván Rivera contrajese matrimonio, su padre, Héctor Rivera, en medio de una orgía de ron y coca-colas, nos relató una historia fascinante.