Por ÓSCAR GARDUÑO NÁJERA
Para mi hermanita, para mi madre
Cuando las tristezas apabullan, ni siquiera se sabe por dónde comenzar. Si algún idiota me lo hubiera sugerido a manera de terapia los días posteriores a los que ocurrió el funesto hecho, cuando nos dimos a la imperiosa tarea de llorar tanto y tanto frente a lo que era tu cuerpo ya vacío, seguramente habría ignorado su sugerencia. Ni siquiera me lo propuse yo que tan altanero soy con las palabras y que encuentro cualquier pretexto, bueno o malo, para escribir.