Por ANDRÉS TAPIA // Fotografía: EUROPEAN SOUTHERN OBSERVATORY

Habituados a mirar las cosas de la Tierra, la mayoría de los seres humanos hemos visto aniquilada nuestra capacidad de asombro y la curiosidad que en tiempos antiguos permitió y posibilitó la navegación, así como el descubrimiento de la esfericidad de la Tierra, su íntima relación con la Luna, y sus movimientos en torno a sí misma y al Sol que, dicho sea de paso, suponen unidades de tiempo.

Basta con un simple vistazo en una noche clara para contemplar la presencia de Venus en el cielo, la más brillante de las estrellas que se observan en el firmamento, si bien por tratarse de un planeta no emite destello alguno: su luz, el reflejo del sol sobre su superficie, es plana y constante. Lo mismo ocurre con Júpiter, el planeta más grande del sistema solar, y en menor medida con Mercurio, Marte y Saturno.

Por ANDRÉS TAPIA // Fotografía: AP

Un ex gobernador del estado mexicano de Monterrey, hoy caído en desgracia (su nombre es Rodrigo Medina), durante una comida que sostuve con él alguna vez, jactándose de su cercanía con Enrique Peña Nieto, dejó entrever que éste, tras ser elegido presidente de México, le habría dicho que más allá de las bondades de la amistad, en adelante la relación entre ambos tendría que ser formal y apegada a los protocolos de la política, el respeto y (esto no lo dijo) la disciplina tiránica y sempiterna del Partido Revolucionario Institucional. Es decir: “señor presidente” y “señor gobernador”.