Por ANDRÉS TAPIA // Fotografía: EUROPEAN SOUTHERN OBSERVATORY

Habituados a mirar las cosas de la Tierra, la mayoría de los seres humanos hemos visto aniquilada nuestra capacidad de asombro y la curiosidad que en tiempos antiguos permitió y posibilitó la navegación, así como el descubrimiento de la esfericidad de la Tierra, su íntima relación con la Luna, y sus movimientos en torno a sí misma y al Sol que, dicho sea de paso, suponen unidades de tiempo.

Basta con un simple vistazo en una noche clara para contemplar la presencia de Venus en el cielo, la más brillante de las estrellas que se observan en el firmamento, si bien por tratarse de un planeta no emite destello alguno: su luz, el reflejo del sol sobre su superficie, es plana y constante. Lo mismo ocurre con Júpiter, el planeta más grande del sistema solar, y en menor medida con Mercurio, Marte y Saturno.

Por ANDRÉS TAPIA

Una tarde de primavera de hace cinco años, mientras vacacionaba en Londres, me dirigí a Covent Garden con la intención de tomar fotografías de los edificios circundantes. La cámara que llevaba conmigo contaba con un visor especial que podía plegarse horizontalmente, haciendo posible de ese modo tomar fotografías sin colocarse el visor a la altura de los ojos. Este dispositivo permite a su portador, llegado el caso, tomar fotografías sin que un objetivo se percate de ello.