Luka (un balón de fútbol en medio de la guerra es la vida)

Por ANDRÉS TAPIA // Fotografía: EFE

A mis hermanos, el de sangre y el de vida: Pablo y Roberto

Durante la segunda mitad de septiembre y los primeros días de octubre del año 1991, un chico que recién había cumplido seis años aprendió de primera mano cómo funcionaba el fuego de artillería. El Ejército Popular de Yugoslavia (JNA, por sus siglas en serbo-croata), apoyado por una facción de serbios-croatas llamada SAO Krajina, se enfrentó a la Guardia Nacional Croata (ZNG por sus siglas en croata), la cual recibió apoyo de la policía local, en el contexto de lo que se denominaría la Guerra Croata de Independencia.

El chico vivía en la ciudad de Zadar, una pequeña villa situada en el Mar Adriático, que en ese momento era un objetivo importante del JNA que buscaba levantar el cerco que habían establecido las informales fuerzas militares de Croacia (formadas mayormente por la policía y un grupo de voluntarios) sobre los cuarteles federales de la República Popular Socialista de Yugoslavia, los cuales albergaban una gran cantidad de equipo militar pesado que los croatas necesitaban con desesperación para pelear por su independencia.

Rubio, escuálido y muy pequeño para su edad, había sido bautizado como Luka, al igual que su abuelo, el chico y su familia habían huido de Modrići, su aldea natal, en virtud a la escalada militar y se refugiaron entonces en un hotel de Zadar llamado Kolovare.

Las órdenes iniciales del JNA eran romper el sitio de los cuarteles federales y aislar por completo a la región de Dalmacia del resto de Croacia, pero durante el curso de la llamada Batalla de Zadar o Batalla de los Cuárteles, fueron enmendadas e incluyeron la toma del puerto local. En consecuencia, contaron con apoyo de la Fuerza Aérea Yugoslava y la Marina.

La mayoría de los combates tuvieron lugar en el norte y el este de la ciudad, a una distancia considerable del Hotel Kolovare, pero eso no impidió que una buena cantidad de proyectiles cayesen cerca del lugar.

Mientras el ZNG resistía y el fuego de la artillería del JNA caía sobre Zadar, Luka y un grupo de niños como él jugaban fútbol en el estacionamiento del hotel, pues excepto eso y rezar no había mucho más qué hacer. Pese a que el estruendo de las bombas se volvía cada vez más cercano, los padres de los chicos decidieron que si jugar con una pelota los hacía olvidarse de los rumores de la guerra, no interferirían con ello en tanto les permitía vivir de alguna retorcida forma su niñez.

La Batalla de Zadar se saldó con 34 civiles muertos por el fuego de la artillería yugoslava, y culminaría el 5 de octubre con un acuerdo de cese al fuego temporal. Por un momento, la agitada vida de Luka pareció retomar un cauce de normalidad… pero sólo fue un momento. En diciembre de 1991, su abuelo y seis ancianos más serían ejecutados en la cercana villa de Jasenice, por un grupo de rebeldes serbo-croatas que formaban parte de la policía de SAO Krajina.

Luka ingresó a la escuela primaria el año siguiente, y también a una academia deportiva en la que continuó practicando fútbol, pero con un par de diferencias notables: se jugaba sobre un terreno de grama, no sobre el concreto de un estacionamiento, y el ruido de los obuses y la artillería había desaparecido por completo, al menos del entorno de Zadar, pues la guerra continuó en otras regiones.

Con el tiempo, Luka comenzó a entrenar en las instalaciones del NK Zadar, el equipo local, pero cuando llegó el momento de dar un paso adelante, el Hadjuk Split, el conjunto más importante de la región de Dalmacia, rechazó incluirlo en sus filas debido a que les pareció demasiado pequeño y frágil.

Quiza por eso mismo, porque le tenía simpatía o lástima, o porque bien había visto que ese niño tenía un brillo singular en la mirada, Tomislav Bašić, dirigente de las fuerzas básicas del NK Zadar, consiguió tranferir a Luka al Dinamo Zagreb, el más exitoso de los clubes de fútbol de Croacia, cuando aquel tenía 16 años. Luka logró destacarse y fue cedido en préstamo al Zrinjski Mostar, de la Premier League de Bosnia Herzegovina, en la cual sería nombrado jugador del año cuando cumplió 18 años.

Eventualmente Luka volvería al Dinamo Zagreb para firmar un contrato por 10 años que nunca completaría, si bien le sirvió, con el dinero obtenido, para comprar un apartamento para su familia en Zadar. Por entonces y en proporción, Luka seguía siendo un joven escuálido y pequeño que, sin embargo, condujo al Dinamo Zagreb a calificar a la Copa UEFA en la edición 2007-2008. Con su insignificante 1.72 metros de estatura, Luka Modrić llamó la atención del Barcelona, el Arsenal y el Chelsea, que empezaron a cortejarlo. Pero, por alguna razón, rechazó las ofertas.

El año 2008, el hijo de un mécanico de aviones y una trabajadora textil, firmó un contrato con el Tottenham Hotspur, un equipo de media tabla de la Liga Premier Inglesa, que no obstante en los últimos años ha avanzado notablemente.

Luka Modrić jugaría sólo cuatro temporadas con el equipo londinense antes de ser vendido al Real Madrid, equipo en el que milita actualmente. Sin embargo, sería en el Tottenham donde comenzaría a recordar esos meses difíciles del año de 1991, en los que la artillería del Ejército Popular Yugoslavo asedió Zadar mientras él corría detrás de un balón de fútbol.

Quien haya visto jugar a Luka Modrić lo suficiente, sabrá que pese a su posicion de mediocampista, es capaz de anotar de goles llegado el momento: 60 como jugador de clubes y 14 con la Selección de Croacia a lo largo de 15 años de carrera… una nimiedad si se piensa en los 450 que su ex compañero Christiano Ronaldo anotó con el Madrid en nueve temporadas.

Pero no es la suma de los goles de Modrić lo que lo hace singular, sino la forma en que los hace.

Luka, el chico pequeño y escuálido que aprendió a jugar fútbol en el estacionamiento de un hotel mientras caían bombas sobre Zadar, la mayor de las veces anota goles desde fuera del área grande. Impedido por su posición y su disciplina a aventurarse en el área que domina el arquero, suele disparar desde una distancia promedio de 22 metros en relación a la portería, tal y cual lo hace un artillero que pretende devastar una ciudad. Y sus disparos casi siempre son mortales.

El próximo domingo Luka Modrić enfrentará el compromiso más importante de su carrera profesional, esa que comenzó en el estacionamiento de un hotel de una ciudad asediada y bombardeada por un ejército.

Cuando te disparan para matarte aprendes a sobrevivir así estés muerto.

Un balón de fútbol en medio de la guerra es la vida.