Por ANDRÉS TAPIA

En una escena de la cinta El Padrino Parte III, Michael Corleone sostiene una charla con el Cardenal Lamberto, un personaje ficticio que en la historia de Mario Puzzo y Francis Ford Coppola alude a Albino Luciani, el nombre real del 263º Papa de la Iglesia Católica Romana, quien se negó a ser coronado y cuyo pontificado como Juan Pablo I tan sólo duró 33 días debido a su repentina y extraña muerte.

Corleone acude con Lamberto por consejo de don Tomasino, viejo amigo de su padre y consejero suyo, en la circunstancia de saberse estafado en la adquisición de un poderoso conglomerado de negocios por un grupo de conspiradores cuyos miembros forman parte de la Iglesia, la Mafia y los más altos círculos financieros de Europa, entre los que se incluye al Banco del Vaticano.

Por ANDRÉS TAPIA

Cuando Michael Corleone –el más reluctante de la segunda generación de los Corleone a participar en los negocios de la familia– se entera de que su padre fue víctima de un atentado en el que recibió cinco balazos, pide a sus hermanos y a los caporegime ser quien asesine a Virgil Sollozzo y al corrupto capitán de la policía Mark McCluskey –autor intelectual y cómplice del atentado, respectivamente–, El Padrino, la novela creada por Mario Puzzo, halla su plot point.

Por supuesto, se trata de una obra literaria de ficción. Pero en la vida de cada persona, en mayor o menor medida, hay un plot point que marca el destino de su protagonista.