Por ANDRÉS TAPIA

Hacia finales de la década de 1980 el mundo era una broma.

Y era una broma simple, boba, carente de profundidad. Pero en cambio estaba repleta de una emotividad sorprendente. Vuelvo a esos años y me descubro mirando en televisión dos series que algunos años más tarde la mayoría de la gente habrá olvidado o siemplemente nunca las conoció: Alf y Los años maravillosos.

Por ANDRÉS TAPIA

No creo en los políticos. En ninguno. Al menos no en los mexicanos. Llámense como se llamen o tengan el color que tengan: amarillo, azul, tricolor o independiente.

Creo sí, en las personas, aunque tengan un color y además de eso sean políticos.

Por ANDRÉS TAPIA

Ana, Araceli, Eduardo, Elena, José Luis, Kike, Ligia, Malena, Marcelo, María Elena, Maricel… nos vemos pronto en Punta del Este. Y si no, entonces los espero en Berlín.

El final del invierno de 2001, el año en que el Mundo perdería la inocencia a raíz de los atentados del 9/11, viajé a Alemania para participar de una aventura promovida por la Internationale Journalisten-Programme (IJP), una organización civil independiente fundada en 1981 para promover el intercambio de periodistas entre Alemania y el resto del mundo.

Por ANDRÉS TAPIA

José Ramón: Las cosas buenas se hacen en silencio… espero me perdones que hoy tenga que gritarlas.

Juan Silvestre tiene 25 años, pero aparenta menos, quizá 18. Duerme seis horas diarias, a veces menos, pues tiene dos empleos: durante los días es el portero de un edificio de apartamentos de un barrio de moda en la Ciudad de México; por las noches, en cambio, se encarga de cuidar un conjunto de establecimientos comerciales.

Su nombre posee la estética propia de un personaje de una novela de Gabriel García Márquez o de un relato de Juan Rulfo. Y su imagen, la de todos los días, la que exhibe a los habitantes y transeuntes de la calle en la que trabaja, es una imagen de dignidad, respeto y decencia.