“Ahora mismo enfrentamos un desastre provocado por el hombre a escala global, es nuestra mayor amenaza en miles de años. Si no tomamos medidas, el colapso de nuestras civilizaciones y la extinción de gran parte del mundo natural se miran en el horizonte”

Por ANDRÉS TAPIA

Por ANDRÉS TAPIA / Fotografía: CLÉMENT FALIZE – Unsplash

Aún el más relajado de los seres, para quien la vida y la muerte son igualmente un juego, sabe que hay cosas con las cuales no se puede jugar. Esta línea pertenece al cuento “La máscara de la Muerte Roja”, escrito por Edgar Allan Poe, y el cual fue publicado el año de 1842 en el Graham’s Lady’s and Gentleman’s Magazine, una revista literaria de la que Poe fue editor y que circulaba en la ciudad de Filadelfia, en el estado de Pensilvania.

La literatura está eclipsada en una época en la que el acto de leer se ha desplazado a Twitter, si bien esto no quiere decir que haya perdido su linaje y dejado seducir por las hordas de barbajanes que frecuentan esa taberna nauseabunda y maloliente, con la idea peregrina y fantasiosa –ingenuos atorrantes– de robarle cuando menos un beso.

Por ANDRÉS TAPIA // Fotografía: LOFF.IT

En la biblioteca de mi padre había un libro de bolsillo, desgarbado y en apariencia insignificante. Se titulaba El mono desnudo y había sido escrito por un tal Desmond Morris. Lector ávido, pero carente de sistema, papá acumulaba libros de las disciplinas más disímbolas. Diálogo en el infierno entre Maquiavelo y Montesquieu; El gran libro de lo asombroso e inaudito; Cien años de soledad; Fahrenheit 451; Así hablaba Zaratustra

Para un niño de diez años la mayoría eran incomprensibles. Pero mi padre, de una manera asistemática pero efectiva, me preparó a mí y a mis hermanos no sólo para leer y comprender conceptos elevados y complejos, sino también para entender al mundo al que un día nos enfrentaríamos.

Por ANDRÉS TAPIA // Fotografía: EVENING STANDARD

Hace algunos años, el etólogo, zoólogo y pintor surrealista británico Desmond Morris, uno de los últimos de esta corriente artística que permanecen vivos, durante una conversación telefónica, a pregunta expresa en relación a la supervivencia de la raza humana, me respondió que estaba seguro que sobreviviríamos como especie –si bien en detrimento de otras–, pero que sospechaba que enfrentaríamos severas pérdidas y que éstas estarían relacionadas con el surgimiento de enfermedades que tomarían por sorpresa a los científicos.