Por ANDRÉS TAPIA
La canción a la que más tiempo le ha tomado llegar a la cima de las listas de popularidad pertenece a David Bowie. Se escuchó por primera vez en la radio el 11 de julio de 1969, tan sólo unos días antes de que la misión Apollo 11 despegase de la Tierra (julio 16), para luego alunizar el 20 de julio a las 20:17:40 horas (UTC) en el Mar de la Tranquilidad de la Luna. Mientras la nave descendía en el único satélite de la Tierra, en la transmisión televisiva de la BBC la hicieron sonar como música de fondo. David Bowie, quien entonces tenía 22 años, miró y escuchó fascinado todo aquello sin creerlo del todo.
La canción alcanzó ese año el número 5 de las listas de popularidad del Reino Unido, pero en Estados Unidos apenas se situó en el escaño 124. ¿Por qué? Bueno, Bowie cometió un pecado que la egolatría de los estadounidenses, en ese momento bajo la presidencia de un idiota llamado Richard Nixon, no perdonaron: un verso de “Space Oddity” parafrasea las palabras que Yuri Gagarin, el primer cosmonauta de la historia, dijo cuando contempló desde el espacio al tercer planeta del sistema solar: “¡La Tierra es azul!” (“Planet Earth is blue…”).
En ese tiempo la canción se incluyó en el segundo álbum del cantante británico (David Bowie, 1969), el cual en Estados Unidos llevaría el título de Man Of Words, Man Of Music. Un cambio de discográfica, la necesidad de promocionar a un cantautor que comenzaba a crear un culto en Gran Bretaña y un par de canciones que treparon con modestia en los charts estadounidenses, “Changes” (66) y “Jean Genie” (71), provocaron que el álbum fuese relanzado en Estados Unidos en 1972 bajo el nombre de Space Oddity.
A fuerza de hacerla sonar en la radio, la canción que dio nombre al disco llegaría en 1973 al sitio número 15 del Billboard, convirtiéndose de ese modo en el primer hit de Bowie en los Estados Unidos. Todo habría quedado ahí de no ser porque, en 1975, fue puesto en el mercado un vinil de 45 revoluciones que, además de contener “Changes” y “Velvet Goldmine”, también incluía “Space Oddity”.
El mes de noviembre de 1975, el mismo en que el “generalísimo” Francisco Franco murió y Juan Carlos de Borbón fue proclamado Rey de España, “Space Oddity” alcanzó el número uno en las listas de popularidad del Reino Unido. Habían pasado poco más de seis años desde el lanzamiento de aquella melodía que narra la odisea de un tal Major Tom, un astronauta que al contemplar el principio –o el fin– del Universo, decidió cortar toda comunicación con el Control de Tierra y perderse en el infinito.
Bowie se inspiró en la película de Stanley Kubrick, 2001, Space Oddisey (1968) para componer la canción. Entonces era un joven talentoso e hiperactivo que tocaba la guitarra y quería comerse al mundo. Cuando vio la cinta de Kubrick, Bowie se perdió en un universo alterno y se imaginó eterno, tanto o más que el Major Tom: “…estaba fascinado. La vi varias veces y fue como una revelación para mí. La canción simplemente fluyó”.
¿Qué hace que una canción se convierta en un himno y en una referencia obligada no sólo de la historia de la música, sino de la historia misma de la humanidad? Es difícil decirlo. Cuando se habla de “Space Oddity” no sólo vuelven a la mente el alunizaje del Apollo 11, la hazaña de Armstrong, Aldrin y Collins, y aquellos cósmicos, idealistas y difíciles años del final de la década de 1960.
Es la vida misma, con todo y sus tragedias, la que discurre delante de nuestra imaginación cuando escuchamos decir al operador del Control de Tierra: “Ground Control to Major Tom your circuit is dead, there’s something wrong? Can you hear me, Major Tom?”.
Yo leí esas palabras en un email que me envió mi hermano Pablo, el 7 de julio de 2005, mientras me hallaba en Edimburgo, Escocia, y de ese modo me preguntaba si estaba bien, en la creencia de que en ese momento yo me encontraba en Londres, cuando una serie de ataques terroristas acabaron con la vida de 56 personas e hirieron a más de 700.
Las escuché de nuevo, hará cosa de unos tres años, cuando mi amigo Salvador Puente las pronunció al saberse abandonado por una mujer a la que amó profundamente. “Ground Control to Major Tom… ¡tú sabes lo que eso significa!”, me dijo una noche perdida del año 2010.
Hace unos cuantos días he vuelto a escuchar esas palabras. Pero esta vez tienen otro significado. Chris Hadfield, un astronauta de origen canadiense que el 19 de diciembre del año pasado, a bordo del cohete espacial Soyuz TMA-07M, viajó a la Estación Espacial Internacional para una misión de seis meses, las pronunció armado de una guitarra acústica, en medio de la soledad del Universo, con el trasfondo único e irrepetible del planeta Tierra a sus espaldas.
A una actitud orbital que oscila entre 330 y 435 kilómetros de la Tierra, Hadfield, con los ojos más tristes que nadie haya contemplado jamás, mira al espacio y, mientras entona la canción “Space Oddity”, dice al Major Tom que es hora de volver a casa: “Ground Control to Major Tom, comencing countdown engines on, detach from station and may God’s love be with you…”
Pero Tom, the Major, el hombre que en voz de David Bowie hace 44 años se marchó de la Tierra, en el canto de Chris Hadfield aún se resiste a volver: “This is Major Tom to Ground Control, I’ve left forevermore, and I’m floating in a most peculiar way, and the stars look very different today…”
Es sólo que Hadfield, un canadiense loco como hay muchos –aunque como él ninguno– no está dispuesto a volver a la Tierra sin el Major Tom: “Ground Control to Major Tom, the time is near, there’s no too long… Can you hear me, Major Tom? Can you hear me, Major Tom? Can you hear me, Major Tom? Can you… Here am I floating in my tin can, last glimpse of the World. Planet Earth is blue and there’s nothing left to do”.
Chris Hadfield regresó a la Tierra, a casa, hace un par de días. Antes de hacerlo grabó el primer y único videoclip que se ha realizado en el espacio exterior. Con él volvieron Tom Marshburn, estadounidense, y Roman Romanenko, ruso, los tres integrantes de la Expedition 35 a la Estación Espacial Internacional. Y con ellos, aunque las cámaras del Control de Tierra no lo registran, volvió también un hombre llamado Tom que, hace 44 años, en la imaginación de David Bowie, decidió no volver a la Tierra enamorado de todo lo que vio allá arriba.
Gracias, comandante Hadfield.
Gracias, David Bowie.