El objeto más triste del Mundo (feat. Daenerys Targaryen)

Por ANDRÉS TAPIA

Pasa de la medianoche y cedes al impulso de verificar el espacio restante en la memoria de tu computadora: te restan 100.21 gigabytes libres de 249.8 originales. Tu computadora, que hace dos horas frotaste con un paño y un líquido especial para mantenerla limpia, no serviría de gran cosa para albergar los 2.6 terabytes de metadatos que suponen el universo de la filtración, investigación periodística o estratagema política que hoy se conoce como The Panama Papers.

Mientras te sirves un whisky y enciendes un cigarrillo, caes en la cuenta que no has descargado la última actualización de WhatsApp, la cual cifrará en adelante tus mensajes, siempre y cuando tus interlocutores sean tan obsesivos como tú y se mantengan al día en asuntos tecnológicos.

App Store – Destacado – Actualizaciones pendientes: 25. WhatsApp Versión 2.16.1 Cuando sea posible, las llamadas y mensajes enviados son cifrados de extremo a extremo, lo cual significa que WhatsApp y terceros no los pueden escuchar ni leer. Actualizar.

Flashback: 14 horas aproximadamente.

El primer ministro de Islandia, Sigmundur David Gunnlaugsson, anuncia su dimisión al hacerse público que está vinculado a una empresa situada en un paraíso fiscal. Gunnlaugsson y su esposa, Sigurlaug Pálsdóttir, poseían una sociedad en las Islas Vírgenes Británicas llamada Wintris, con cerca de cuatro millones de dólares en bonos depositados en los tres principales bancos islandeses, que cayeron en la quiebra durante la crisis financiera de 2008.

No es un acto de contrición. Miles de personas salieron horas antes a las calles de Reykjavík a exigir su renuncia. Esas miles de personas en realidad no son tantas. La población de la capital de Islandia apenas supera a los 122,000 habitantes.

La información de la renuncia de Gunnlaugsson la recibes a través de WhatsApp. Víctor Olivares, el editor web de la revista que diriges, envía un mensaje que aún no está cifrado a todos los miembros del grupo NW Editorial.

A ti no te importa que Gunnlaugsson haya renunciado. Lo que te viene a la mente es la primera mañana en que despertaste en Islandia, en Reykjavík, hace casi 15 años. Era una mañana nublada, de nubes grises rayanas en la negrura, en la que con tristeza preguntaste a la concierge del hotel en que te hospedabas: “¿Usted cree que sea un buen día para visitar la Laguna Azul?”. Con una expresión inédita, una que no recuerdas haber visto en ningún otro habitante de Mundo, la mujer respondió: “¡Es un día maravilloso para visitar la Laguna Azul!”

Eso recuerdas mientras conduces a tu trabajo, una mañana soleada y azul de la Ciudad de México, en la que 1.3 millones de autos han desaparecido de la circulación. La contaminación ahoga a la ciudad, tu ciudad, pero no la nubla, al menos no del todo. Pero eso tampoco te importa pues tú estás en Islandia.

Flashback: 14 años, 11 meses…

Una mujer que conduce un automóvil utilitario pasa por ti a tu hotel. Un checo y un estadounidense, ambos turistas como tú, forman parte de la tripulación. “¿De dónde eres?”, pregunta uno. “De México”, respondes. “¿No estás demasiado lejos de casa?”.

Flashforward: 16 horas, aproximadamente.

Mientras bebes un trago de whisky intentas recordar qué fue lo que respondiste… y no puedes. Padeces del trastorno del déficit de atención e hiperactividad, un padecimiento común entre los niños que infortunadamente para ti puede extenderse toda la vida. Y por ello vuelves a la historia de Los Papeles de Panamá. A eso y a Messi, a tu novela inacabada, a la incomprensión del porqué un conductor egoísta y estúpido avanza lentamente a la luz verde de un semáforo. Todo eso mientras le escribes un mail a Reed Hastings, el CEO y fundador de Netflix.

Lejos –quizá muy lejos– escuchas una canción triste de Amy Winehouse (¿qué canción de Amy Winehouse no es triste?)… y no puedes reconocerla. En eso estás y vuelves al Starbucks, al saludo de Tanya y María, las dos chicas que siempre te reconocen y te nombran por tu nombre: “¿Qué te pasó, Andrés?”.

La mano izquierda posada en la mejilla del mismo lado, un algodón empapado de alcohol te delata. Eso y un par de gotas de sangre.

Un vello de tu rostro encarnado, supurante, infectado. Es tanta tu vanidad que coges una navaja, tu navaja, y te haces una punción que no duele, pero sangra.

Tanya sirve tu café. María calienta tu croissant. El primer ministro de Islandia ha dimitido –piensas. Y entonces, entre trago y bocado, repentinamente apareces, una mañana negra de Islandia, una mañana común de Islandia, en la Laguna Azul.

Tendría que haber llovido –piensas. El cielo estaba tan nublado que parecía el castigo de un dios rencoroso y justo que quería así vengarse de cuatro imberbes que violaron a una mujer en el estado de Veracruz, una anomalía cósmica que gobierna un político corrupto y vanidoso llamado Javier Duarte, y es amigo cercano del presidente de México, un individuo que no sabe leer –pero es guapo–, que no tiene cultura –pero es guapo–, que necesita aplausos –en eso se parece a ti, Andrés, no lo juzgues tan acremente– pero que a pesar de ser guapo no los merece.

Aquel día, en Islandia, no llovió. La Laguna Azul fue tan azul a pesar del ominoso y triste mensaje del cielo. Ese día comprendiste que los milagros son así: algo improbable que ocurre en las circunstancias más adversas.

Pero hoy es hoy.

Despiertas.

Renuncia el primer ministro de Islandia.

Conduces a tu trabajo.

Nadas en la Laguna Azul.

Ciro Gómez Leyva sale al paso de las críticas a Juan Armando Hinojosa y Enrique Peña Nieto.

Tú escribes tu columna y actualizas la aplicación de WhatsApp y el Mundo, tu Mundo, se vuelve un sitio seguro.

Pero no tanto.

Padeces, estás enfermo, sufres –¡se pueden ir al carajo los embaucadores de la corrección política! ¡Y ojalá no regresen!– del déficit de atención e hiperactividad, un trastorno que te hace brincar de una situación a otra, de un pensamiento a otro, que te vuelve un ser extraño, un nerd, un weirdo, una anomalía difícil de comprender.

Mientras conduces a ninguna parte caes en la cuenta de que México como país no tiene remedio: su egoísmo rampante, su corrupción cínica, sus taras y su impunidad endémicas y eternas.

Entonces pisas el embrague, colocas la velocidad primera y tienes un flashback de 15 minutos: te colocas la mochila al hombro, ingresas la clave de la alarma anti-intrusos de tu casa y miras la mesilla de centro mientras abres la puerta: un cráneo, tres decenas de libros, una caja metálica en la que guardas monedas, un juego de dominó, una brújula, cinco dispositivos de control remoto y el objeto más triste del Mundo: la quinta temporada, en formato Blu-Ray, de la serie de televisión Game of Thrones.

Flashforward: 15 minutos.

El semáforo está en rojo y tú recuerdas todo eso. Es sólo que, repentinamente, Daenerys Targaryen aborda tu auto, se coloca el cinturón de seguridad, te besa en la mejilla.

No lo entiendes, pero pisas el acelerador… y escuchas: “La guerra terminó, amor mío”.

Daenerys Targaryen desciende de tu auto en el siguiente semáforo.

Un mensaje encriptado ingresa a tu aplicación de WhatsApp.

El primer ministro de Islandia renuncia.

En tu imaginación, no en tu memoria, estás nadando en la Laguna Azul.