La última cena de Enrique Peña Nieto

Por ANDRÉS TAPIA // Fotografía: AP

Todavía estoy esperando que todos ustedes respondan a mi invitación para conectarnos en LinkedIn. Pero sé que tienen trabajo que hacer… y eso es lo que nos tiene aquí esta noche.

Estoy consciente de que hubo tiempos en los que tuvimos diferencias, lo cual es inherente a nuestros roles institucionales –y eso es verdad para cada presidente y los corresponsales y periodistas que lo acompañan–; sin embargo, siempre hemos compartido la misma meta: enraizar nuestro discurso público en la verdad, abrir las puertas de la democracia y tratar, con todo lo que esté a nuestro alcance, de hacer de nuestro país y de nuestro mundo lugares más seguros y más justos. Y debo decir que siempre he admirado el papel que, en tanto compañeros de viaje, han desempeñado en la consecución de estas metas.

Nuestra libertad de prensa es el porqué, una vez más, reconocemos a los extraordinarios periodistas que revelaron un terrible escándalo y aportaron un poco de justicia a unas cuantas de las miles de personas que por maldad, desgracia, ignorancia o incompetencia, han sido víctimas del crimen organizado y la corrupción en nuestro país. Ellos están esta noche con nosotros: Daniel Lizárraga, Rafael Cabrera, Irving Huerta, Sebastián Barragán y Carmen Aristegui. Por favor, denles un gran aplauso.

Nuestra libertad de prensa es el porqué, una vez más, honramos a Rubén Espinosa (aplausos). Como bien lo dijo Alejandra, el año pasado hablamos del coraje de Rubén al soportar los embates y amenazas del gobierno del estado de Veracruz y su corrupto y criminal gobernador. Este año, infortunadamente, ya no tenemos a Rubén entre nosotros. A pesar de ello, su trabajo y su memoria son un testamento vivo en torno al concepto de la libertad de prensa y, al mismo tiempo, un recordatorio de los crecientes niveles de peligro, intimidación política y amenazas físicas a las que se enfrentan los periodistas aquí y en todo el mundo.

Por ello, en tanto permanezca en esta oficina, suscribo este compromiso: mi gobierno continuará luchando por la seguridad de los periodistas de México que enfrentan día a día las amenazas del crimen organizado y de gobiernos corruptos, anquilosados y criminales. Y no cejaremos en este afán ni tampoco en encontrar a los asesinos de Rubén (aplausos).

Es un hecho incontrovertible que en nuestro país, y también fuera de él, periodistas como Rubén se enfrentan todos los días al desafío persistente de informar a los ciudadanos y mantener a los líderes conscientes de su responsabilidad… Y no sólo eso: también de hacer posible el gobierno del pueblo. Esa es una responsabilidad enorme. Yo mismo me doy cuenta de este enorme reto en tiempos en los que la economía y las finanzas privilegian en ocasiones a la premura por encima de la profundidad, y la controversia y los conflictos son las constantes que atraen mayormente y de manera inmediata a lectores y espectadores.

Pero hay buenas noticias. Y las buenas noticias son que muchos de ustedes están pugnando en contra de estas tendencias, y en tanto formo parte como ciudadano de esta gran democracia, estoy muy agradecido por ello. Por cosas como esas es que ahora mismo el mundo enfrenta un tiempo en el que los ideales primarios de las democracias liberales se encuentran siendo atacados, y en el que las nociones de objetividad, libertad de prensa, de hechos y evidencias, están siendo socavadas. E, incluso en algunos casos, ignoradas por completo.

En un clima tal, no es suficiente con darle a la gente un megáfono. Y esa es la razón por la que su poder y responsabilidad de indagar, cuestionar y replicar distorsiones y mentiras, es más importante que nunca. Tomar una posición en nombre de lo que representa la verdad no implica perder la objetividad, de hecho, esa es la esencia del verdadero periodismo. Y, al mismo tiempo, ratifica la idea de que la única manera en que podemos construir consensos, la única forma en que podemos avanzar como nación, el único camino a seguir si pretendemos ayudar al mundo a enmendarse un poco, es coincidiendo en los estándares más básicos cuando surgen los desafíos que suelen confrontarnos a todos.

Es así que esta noche es un testamento que entrego a todos ustedes que han dedicado sus vidas a esa idea, que pugnan por arrojar más luz a la verdad todos los días. De modo que quiero concluir la última cena ofrecida por mi gobierno en la residencia oficial de Los Pinos a periodistas y corresponsales, dándoles las gracias (aplausos). Estoy muy orgulloso de lo que han hecho. Ha sido un honor y un privilegio trabajar codo a codo con ustedes para fortalecer nuestra democracia (aplausos).

Dicho esto, sólo tengo tres palabras más que agregar: ¡Peña Nieto fuera (el presidente se lleva los dedos índice y medio de la mano derecha a los labios y tira un micrófono; risas y aplausos)! Muchas gracias.

Texto ficticio elaborado y adaptado a partir de la parte final del discurso que ofreció el presidente Barack Obama, la noche del pasado 30 de abril en el hotel Washington Hilton, en el Distrito de Columbia, a propósito de la celebración de la última cena ofrecida por su administración a los corresponsales y periodistas que cubren la Casa Blanca (White House Correspondents’ Dinner 2016)