Por ANDRÉS TAPIA / Fotografía: ROBB ELEMENTARY SCHOOL
La mañana del 29 de enero de 1979, una adolescente llamada Brenda Ann Spencer que vivía en un edificio de apartamentos frente a la Escuela Primaria Grover Cleveland, situada en el número 6365 de la avenida Lake Atlin, en San Diego, California, comenzó a disparar con un rifle semiautomático calibre .22 a los niños que esperaban a que el director del colegio, Burton Wragg, abriese las puertas de este y les franquease la entrada.
El arma –un rifle Rugger 10/22– contaba con mira telescópica. Pero Brenda Ann tuvo mala puntería… por fortuna. Y decir “por fortuna”, por supuesto, es una expresión desafortunada, pero no por ello menos cierta para decir que la francotiradora sólo consiguió matar al director Wragg y al prefecto Mike Suchar, así como herir a ocho niños y a un oficial de policía que se apersonó antes que nadie en el lugar de los hechos.
Lo que pudo haber sido una masacre se evitó gracias a que la policía consiguió colocar un camión de basura en la línea de tiro de Brenda Ann, que al final consiguió pertrecharse en su apartamento durante varias horas. Durante ese tiempo, un periodista del diario The San Diego Union-Tribune consiguió comunicarse con ella marcando de manera aleatoria los números telefónicos de los habitantes del edificio. Cuando este le preguntó por qué lo había hecho, Brenda Ann, llana y absurdamente, respondió: “No me gustan los lunes. Esto anima el día”.
Ese mismo día, el cantante de la banda irlandesa The Boomtown Rats, Bob Geldof, ofrecía una entrevista a la radio de la Universidad Estatal de Georgia cuando un teletipo empezó a sonar y él leyó un cable que relataba la tragedia ocurrida en el otro extremo de Estados Unidos. En ese momento y de manera improbable, surgió una canción que se convertiría en el anti-himno de un fenómeno social que seguiría repitiéndose en Estados Unidos en los años venideros, y cuyo número de víctimas aumentaría progresivamente.
“I Don’t Like Mondays”, el one-hit-wonder por el que Geldof y The Boomtown Rats pasaron a la posteridad, es un poema macabro y hasta cierto punto desafortunado, que no por ello carece de la belleza intrínseca a la poesía cuyo destino es trascender los siglos.
Al interior de su mente el chip de silicio / se sobrecargó. / Y nadie irá a la escuela hoy / porque ella conseguirá que se queden en casa. / Y su padre no lo entenderá / él siempre creyó que ella era maravillosa como el oro. / Y no podrá ver las razones / porque no hay razones / ¿qué razones necesitas para darte cuenta?
En años recientes Bob Geldof se lamentó públicamente de haber escrito esa canción porque, según sus palabras, “hizo famosa a Brenda”. Pero lo cierto es que el nombre de Brenda Ann Spencer no dice mucho a nadie si no se contextualiza. Del mismo modo, el tiroteo en la Escuela Primaria Grover Cleveland está sepultado en la historia, pero no como una terrible anécdota, sino como un incidente aislado que ha sido continua y macabramente superado por las masacres que han tenido lugar en otras escuelas primarias y secundarias de Estados Unidos.
La última, hace tan sólo unos días. En un pueblo olvidado que no lo será más llamado Uvalde, en Texas. Diecinueve niños y dos adultos asesinados por otro adolescente, igual que Brenda Ann, cuyo nombre, Salvador Ramos, no será tan fácilmente olvidado como el de ella.
Como no lo serán los de Eric Harris y Dylan Klebold, los asesinos de la Escuela Secundaria Columbine High, de Colorado, que ultimaron a 13 adolescentes antes de suicidarse, o el de Adam Lanza, que mató a su madre y después recorrió ocho kilómetros para asesinar en la Escuela Primaria Sandy Hook a 20 niños, seis mujeres adultas y posteriormente matarse a sí mismo, todo ello en Newtown, Connecticut, otro pueblo de esos que debería permanecer olvidado en la historia y en la geografía.
Y ahora todos los juegos se han detenido en el patio de recreo / Ella quiere jugar un rato con sus juguetes / Hoy la escuela cerrará temprano y pronto habremos aprendido / Que la lección de hoy se refiere a cómo morir / Y repentinamente un megáfono chasquea y un policía enfrenta / los problemas de los cómos y porqués / Pero no puede ver las razones / Porque no hay razones / ¿Qué razones necesitas para morir?
Hubo un tiempo, en un pasado muy lejano, en el que las canciones escritas por los trovadores se referían a gestas épicas, historias de amor, hazañas perpetradas por héroes, hombres y mujeres legos o nobles. Y lo que en ellas se decía tenía el poder de crear una narrativa estrechamente emparentada con el romance en tanto al exagerar o modificar ciertos hechos aludía a escenarios fantásticos e insólitos.
La realidad, ciertamente, al igual que ocurre con la literatura, es capaz de alterar los patrones conocidos, los paradigmas, y enfrentarnos a una narrativa, ya se ha dicho, macabra. Algo difícil de entender en estos tiempos en los que la cantidad máxima permitida para expresar una opinión son 280 caracteres, situación que no tiene previsto cambiar Elon Musk si es que al final de todo consigue comprar Twitter. El reduccionismo, que no el minimalismo, un concepto creado por un imbécil llamado Jack Dorsey, es una epidemia en progreso.
Una investigación del periódico The Washington Post que ha durado años, halló que desde la masacre de Columbine High más de 311,000 alumnos han experimentado violencia en sus escuelas por causa de armas de fuego y que la cifra mortal, hasta el momento, arroja 185 personas asesinadas y 369 heridas entre estudiantes, profesores y otras personas.
El recuento cronológico del Post, al iniciar en 1999, omite el incidente de la Escuela Primaria Grover Cleveland y los asesinatos perpetrados por Brenda Ann Spencer, acaso por estar más alejados en el tiempo, quizá por considerarlos mínimos. En cualquier caso, 20 años antes de Columbine High alguien fue capaz de cruzar la línea y atentó en contra de un grupo de niños en un colegio, un evento por su potencial trágico tan atroz, que llamó la atención del cantante de una banda irlandesa que decidió escribir una canción al respecto.
En las líricas de “I don’t like Mondays” subyace la inocencia de quien, enfrentado a la tragedia, aún es capaz de albergar esperanza. Pero también la incomprensión de aquel que es incapaz de imaginar y mucho menos entender las razones detrás de los actos de Brenda Ann Spencer, Eric Harris, Dylan Klebold, Adam Lanza y Salvador Ramos.
(Dime por qué) / No me gustan los lunes. / (Dime por qué) / No me gustan los lunes. / (Dime por qué) / No me gustan los lunes… / Quiero disparar todo el día.
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