Por ANDRÉS TAPIA // Foto: HERIBERTO PAREDES

Mi nombre es Yahaira Guadalupe Bahena López. Debería tener 21 años de edad, quizá un hijo y mi cabeza. Pero no tengo nada de eso. Morí hace poco más de dos años.

Por ANDRÉS TAPIA

Tengo amigos que consumen drogas. De algunos lo sé porque los he visto. De otros me lo ha dicho alguien más. Y hay algunos más de los que sólo lo intuyo.

Por ANDRÉS TAPIA

San Cristóbal es un barrio colonial al que recuerdo pintado en blanco y amarillo. Forma parte del municipio de Ecatepec y pertenece al Estado de México, una de las 32 entidades federativas en las que está dividido un país llamado México.

Por ANDRÉS TAPIA

Alguna vez una mujer me contó una historia muy extraña y sórdida que define a la perfección a México. En la familia de esta persona había dos hombres con el mismo nombre, pongamos, Pedro. Hijos de dos hermanos, para distinguirlos, solían llamarles Pedro “el nuestro” y Pedro “el suyo”.

Por ANDRÉS TAPIA

Existen recuerdos que no nos pertenecen y que no deberían formar parte de nuestro bagaje y mucho menos permanecer latentes en los recovecos de nuestra memoria. Tales recuerdos son como fotografías que no recordamos haber tomado, que poco o nada tienen que ver con nuestras vidas, pero que, como los restos de un naufragio, un día salen a la superficie.

Brianda Domecq es, para mí, uno de esos recuerdos.

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“¿Por qué hay mexicanos tan malos? Entiendo que hay algunos de nosotros que no somos buenos, pero la mayoría, pues sólo queremos cruzar para ir a trabajar a Estados Unidos y traernos unos dólares pa’ nuestras casas.

“Y luego, pues sí, entre los malos también había extranjeros, había guatemaltecos. También había mexicanos secuestrados, como once, sí, un día había once, luego llegaron más.

“Sólo quería un trabajo para pagar mis deudas. Pero ya no quiero nada”.

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¿En qué caso un depredador, teniendo opción de escoger entre una presa fuerte (un joven adulto) y una débil (un cachorro o recién nacido), seleccionaría a la primera? La pregunta parece retórica, pero no lo es. La respuesta lo es mucho menos: en ninguno. En la naturaleza de cualquier depredador, incluso el más temible (el ser humano, por supuesto), subyace el instinto de conservación. Dicho instinto sugiere, ordena, exige no arriesgarse con la presa más fuerte teniendo ocasión de elegir a una más débil.