John

Por ANDRÉS TAPIA

Es ocho de diciembre otra vez. No es lunes sino martes. No es invierno todavía, pero ya hace frío. Ahora mismo, en esta parte del Mundo, el reloj marca las 23:13 horas. Si lo recuerdo bien, hace una hora y veintitrés minutos, 35 años atrás, te asesinaron.

Tú eras un adulto cuya crisis emocional parecía haber terminado un lustro antes. Yo un niño de 12 años, casi 13, que estaba mirando el juego nocturno en el que los Patriotas de Nueva Inglaterra y los Delfines de Miami habrían de ir a tiempo extra para desempatar un partido en el que ambos equipos igualaban a 13 puntos. Me iba la vida en nada: ir al colegio, patear un balón, pensar que la vida era simple. La tuya, en cambio, tan maravillosa y perfecta, estaba a punto de terminar.

El Mundo cambió tanto, John, quizá no precisamente a partir de tu muerte, pero ocurrió justamente en torno a tu muerte. Los marielitos viajando de Cuba a Miami con autorización de Fidel Castro y Jimmy Carter; Lech Walessa liderando una huelga en Polonia que tendría consecuencias insospechadas, y el multimillonario Ted Turner inaugurando una nueva era de la televisión al crear la cadena CNN.

“Como si empezáramos otra vez”, cantaste.

¿Empezar? ¿Cuándo?, ¿por qué?, ¿cómo? ¿Para qué, por qué o partir de qué?

La década de 1970 fue a un mismo tiempo fútil y apasionante, insulsa y boba, egregia y maravillosa. De no haber sido por ti, por David Bowie, por Pink Floyd, por Debby Harry y The Ramones, seguro aún estaríamos extraviados en ese sueño de opio que fueron los años 60.

Pero lo cierto es, John, que aún seguimos extraviados, presos de muchos más fanatismos… o de los mismos fanatismos… aunque ciertamente potenciados. Si tan sólo estuvieses vivo, no para adorarte o reverenciarte, sino tan sólo para verte enfrentado a Donald Trump, un multimillonario con los complejos y adolescencias de un payaso.

Hoy tenemos Twitter, John, una idea, un concepto capaz de expresar en 140 letras y espacios una idea contundente, algo inimaginable hace 35 años. Sin embargo, tú solías tener ese tipo de ideas breves y contundentes que no estaban limitadas por una cifra. Con la mitad de eso tú habrías podido hacer mierda el discurso de ese idiota llamado Trump que, ciertamente, no es más idiota que la gente lo sigue.

Pero estás muerto. Y eso duele, John, duele tanto.

No es, empero, lo que quisiera contarte.

Hace menos de un mes, en París, un comando de radicales que obraban de acuerdo a su muy retorcida interpretación e ideología de lo que representa El Corán, asesinaron a 130 personas en un lapso no mayor a una hora. De todas ellas, 89 murieron en una sala de conciertos llamada Bataclan, mientras un grupo llamado Eagles Of Death Metal escenificaba un concierto como tú y Paul y George y Ringo hicieron tantas y tantas veces en Liverpool, Hamburgo, Londres.

Ahora que te lo digo sé que estarás furioso. Todos lo estamos. Pero, quizá, te tengo una buena noticia. Ayer, justo un día antes del aniversario de tu muerte, U2, un grupo que surgió en Irlanda un poco antes de que te asesinaran, protagonizó un concierto en París –la misma París de la muerte y el horror de casi un mes antes en este tiempo– e invitó a Eagles Of Death Metal a tocar un par de canciones.

John, perdóname la cursilería, pero fue épico… monumental. El grupo pequeño y de culto que presenció la muerte de 89 personas, decidió volver al sitio en el que pudo haber muerto. Y no murió.

¿Sabes? En mi muy retorcida imaginación, mucho más que la de los radicales islamistas, te he visto cantar con Bono, un tipo al que no conociste pero que, estoy seguro, se habría vuelto tu mejor amigo.

Bono y John Lennon… Wow! El mundo no imagina eso.

Pero yo sí.

El mundo es una mierda, John, mucha más mierda de la que era cuando nos dejaste.

Aún así te sigo recordando.

Y hoy, que lo sepas, estoy hecho un mar de lágrimas.