Por ANDRÉS TAPIA
La Asociación Nacional de Recintos Independientes (NIVA, por sus siglas en inglés) se asoció con YouTube para realizar un festival virtual en el que un grupo de notables intérpretes del rock, el pop y el country de Estados Unidos, llevó a cabo una serie de actuaciones en algunos de los más icónicos escenarios de ese país. No se trató, empero, de las grandes palestras, sino de aquellas que fueron el impulso inicial de algunas bandas que se convertirían en leyendas, o bien el piso sobre el cual algunas leyendas dejaron ahí su huella.
Uno de los sitios elegidos fue el Whisky A Go-Go, un club nocturno a medio camino de lo grandioso, lo pretencioso, lo trash y lo aspiracional, que está situado en el número 8901 de Sunset Boulevard, justo en la esquina de North Clark Street, en el corredor conocido como Sunset Strip, en la demarcación de West Hollywood que pertenece al condado de Los Ángeles, California.
El establecimiento es mítico. Su escenario conserva el sudor y el ADN de bandas y solistas como The Doors, Steppenwolf, Soundgarden, No Doubt, Neil Diamond, Oasis, Frank Zappa, Led Zeppelin, Van Halen, Kiss, Motley Crue, Guns N’ Roses, System of a Down, AC/DC, Chicago, Johnny Rivers, Status Quo y muchos más. Nombres que son referentes de la cultura pop a nivel mundial.
Con tales referencias, para más de uno la presencia en ese sitio de Miley Cyrus podría suponer una suerte de anatema. La señorita Cyrus (hoy casi señora), que a partir de su interpretación de Hannah Montana –una serie de Disney Channel en la que personificó a una poderosa, conflictiva, pero ciertamente insulsa estrella de pop juvenil– parecería la persona menos indicada para poner los pies en el irreverente Whisky A Go-Go, ha devuelto al club a su status más primigenio y revitalizado ese género musical que los millennials alguna vez conocieron y ya no reconocen por estarse buscando a sí mismos: el rock ‘n’ roll.
Evidencia de ello es el video en el que Cyrus interpreta la canción “Zombie”, original del grupo irlandés The Cramberries, que alude al atentado terrorista perpetrado por el Ejército Republicano Irlandés (IRA, en inglés) el 20 de marzo de 1993, y en el que murieron dos niños y 54 personas resultaron heridas en la localidad de Warrington, Cheshire, Inglaterra.
Miley Cyrus. Un atentado terrorista en un poblado del Reino Unido. La canción de una banda que ya no existe y cuya vocalista ha muerto. Un festival virtual para reunir fondos y preservar los clubes nocturnos que alguna vez fueron parte vital de la cultura pop de los Estados Unidos… ¿Qué significa todo esto si es que significa algo?
Quizá nada. O tal vez todo.
El Mundo asiste, como espectador y protagonista, a una de las más graves crisis que le ha tocado experimentar a lo largo de la historia: la irrupción del virus SARS-CoV-2 que dio lugar a la pandemia de la Covid-19, una enfermedad que en algún momento de la primavera del año 2020 confinó en sus hogares a más de la mitad de la población de la Tierra (alrededor de 4,000 millones de personas de un universo total cercano a 7,820 millones).
Los dirigentes del Mundo, algunos de ellos de ellos incapaces de entender qué es lo que está en juego, se atrincheran en su idiosincrasia, en sus costumbres, en sus taras personales y desvían la mirada de lo verdaderamente importante para atender lo menos importante. Pero no por ello lo menos importante, en función de su egolatría, deja de contar.
Ahora mismo tiene lugar una competencia frenética, muy similar en los modos y las formas a lo que fue la carrera espacial en la década de 1960, por desarrollar una vacuna. De ello no sólo depende asegurar el regreso a la realidad en la que vivíamos y que, buena o mala, al menos era medianamente soportable, sino también poner en marcha de nuevo la economía del Mundo.
La consecución de la vacuna –sean los rusos, los británicos, los estadounidenses, los franceses, los chinos quienes lo logren– reactivará a las industrias mayores y menores, y reencausará el flujo de la cotidianidad en todo el planeta Tierra. Las ambiciones de hombres como Jair Bolsonaro, Donald Trump, Andrés Manuel López Obrador y Boris Johnson, narcisistas irredentos al extremo de la psicopatía, dependen de ello.
Hay mucho de egoísmo en ello: la pandemia les ha hecho tropezar y sus intereses están en riesgo. En tales circunstancias los intereses menores, los de aquellas personas que dependen de las decisiones de otros, inadvertidamente se han convertido en el caldo de cultivo del rencor más primitivo: defender el espacio conquistado o conseguido para seguir viviendo… a costa de lo que sea.
“When the violence causes silence / We must be mistaken”.
En un escenario nostálgico Miley Cyrus reinterpreta una canción que habla acerca del hartazgo en un escenario inédito: los seres humanos deben dejar de interrelacionarse entre sí mismos en aras de su sobrevivencia.
“What’s in your head, in your head? / Zombie, Zombie, Zombie…”
Quizá solo ocurre en mi cabeza, pero la niña insulsa, hoy mujer, representa la furia que contengo y contienen muchos otros como yo, en este momento de la historia del Mundo en el que parece que respirar está prohibido.
“But you see, it’s not me / it’s not my family / in your head, in your head they are fighting…”
Desde el tiempo de los griegos, el arte es una representación inversa de la realidad en la que lo imposible es posible. El rock ‘n’ roll es el arte de plantarle cara al establishment de la manera más rebelde posible. La muerte de dos chicos hizo que The Cramberries cambiara su música pop ligera y comercial, y la convirtiese en un himno actual, contestatario y eterno.
Parece increíble, pero es así: Miley Cyrus ataca la yugular del establishment y la muerde con la furia que todos los demás hemos contenido alrededor de siete meses. La sangre chorrea y forma un hilero que más tarde será un río.
Sé que suena mal, pero estoy feliz…