Por ANDRÉS TAPIA

En el tercio final de la película The Shawshank Redemption (Frank Darabont, 1994), Andy Dufresne (Tim Robbins) pregunta a su amigo Red (Morgan Freeman) si cree que abandonará alguna vez la prisión de Shawshank en la que ambos están recluidos. Dufresne ha permanecido ahí 19 años por un doble asesinato que no cometió; Red, en cambio, es culpable de homicidio en primer grado y ha cumplido 39 años de una sentencia de cadena perpetua. Red, cuyo nombre completo es Ellis Boyd Redding, le responde que sí: “…un día, cuando tenga una larga barba blanca y dos o tres tornillos sueltos, me dejarán salir”.

Con una mueca que forcejea por convertirse en sonrisa, un visaje que se corresponde tras dos meses de estancia en solitario en “el hoyo”, Dufresne replica: “Te diré a donde iría yo… Zihuatanejo (…) está en México. Un lugar pequeño en el Océano Pacífico. ¿Sabes qué dicen los mexicanos del Pacífico?”.

Por ANDRÉS TAPIA

Hubo un tiempo en que existieron los buenos viejos tiempos. Un tiempo en el que los tiempos eran premeditados y bienvenidos, apacibles y solaces. Ingenuos, seguramente, pero buenos y simples. Y, si se piensa, quizá por ello felices. Tengo un recuerdo de esos buenos viejos tiempos.

¡Qué divertido, me encanta, me encanta! ¿La estamos pasando bien? ¡U-S-A, U-S-A!

Una mañana de invierno de 1975, mientras cursaba el segundo grado de educación primaria, la profesora Concepción –una mujer hermosa, rubicunda e inocentemente voluptuosa–, anunció a la clase que dentro de algunos meses organizaría un viaje a Disneyland.

Por ANDRÉS TAPIA

Más de una vez, el periodista mexicano Carlos Puig ha asegurado que hay ocasiones en que las columnas se escriben solas.

Es martes, 29 de marzo, y en la Ciudad de México pasan de las 14:00 horas. La temperatura raya en los 27 grados Celsius. No soy feliz, pero hoy me siento feliz, y quizá por ello suelto en silencio una carcajada cuando me entero, a través del periódico Reforma de la Ciudad de México, que un hombre llamado Alexander Caviel –británico, 21 años, de profesión asesor financiero y oriundo de Chelmsford, Essex– se fue de juerga, bebió una docena de shots de un coctel llamado Jagerbombs –más unos cuantos tragos de champagne y Amaretto Disaronno– y terminó su borrachera a 1448 kilómetros de donde la inició: ¡en Barcelona, España, sin haber tenido conciencia de cómo llegó ahí!

Por ANDRÉS TAPIA

Alguna vez escuché de un amigo periodista con el que coincidí en una revista de música hace ya algunos años, una historia difícil de probar pero no lejana a la realidad. Si mal no recuerdo, surgió a partir de un debate que sostuvimos en torno a la película Santana, American Me?, protagonizada por Edward James Olmos.

Con los modos de una leyenda urbana, mi amigo aseguraba que los migrantes mexicanos que cruzaban la frontera de los Estados Unidos, enfrentaban algo similar a lo que ocurre en un videojuego. Es decir, eran sometidos (y autosometidos) a una serie de pruebas cuyos riesgos iban en aumento conforme avanzaban en su odisea.

Por ANDRÉS TAPIA

En el episodio titulado “Conduit”, que pertenece a la primera temporada de la serie de televisión The X-Files, los protagonistas de la serie, Dana Scully (Gillian Anderson) y Fox Mulder (David Duchovny), sostienen en una escena el siguiente diálogo:

Scully: No parece existir algo sustancial como para garantizar una investigación.

Mulder: ¡De acuerdo, Scully, no estamos de acuerdo! No es la primera vez y no será la última.

Scully: Si por lo menos tuviésemos una fuente legítima podríamos…

Mulder: Ésta es la esencia de la ciencia: haces una pregunta impertinente con tal de obtener una respuesta pertinente.