Te dejo el video, Kate…

Por ANDRÉS TAPIA

El tipo está desnudo del torso. Tiene los ojos cubiertos con cinta adhesiva industrial de color plata y las manos esposadas al frente. Al fondo, sobre la pared, se percibe un círculo de luz que sugiere, junto con el brillo de la piel del hombre, que hay un spot dirigido hacia él. En torno suyo, cuatro hombres encapuchados y con uniformes de tipo militar le rodean. Uno de ellos le interroga:

–¿Cuál es tu nombre?

–Manuel Méndez Leyva.

–¡Repítemelo!

–Manuel Méndez Leyva.

La voz del hombre que lo interroga no expresa emoción alguna. Los tres restantes guardan silencio.

–¿Para quién trabajas?

–Pa’ la Barbie.

–¡Repítemelo!

–Pa’ la Barbie (Edgar Valdez Villarreal)

El interrogador se acomoda el fusil de asalto que sostiene una correa sobre su hombro. Coloca las manos sobre la culata y el cañón. Y continúa.

–¿Cuál es tu función?

–Conseguir pastillas y efedrina

–¡Repítemelo!

–Conseguir pastillas y efedrina.

Uno de los hombres tose. Se produce una pausa incómoda, como si el interrogador hubiese olvidado el guion. Pero un instante después vuelve a la carga.

–¿Qué tienen planeado?

–Una guerra contra el Chapo Guzmán.

–Repíteme.

–Una guerra contra el Chapo Guzmán.

–¿Quiénes la inician?

El individuo que está siendo interrogado menciona varios nombres. La cámara se acerca y se aleja ligeramente, como si el operador de la misma buscase un encuadre perfecto. El interrogatorio continúa hasta que el interrogador suelta:

–¿Eso era todo lo que tenían?

–Era todo, señor…

–Okey.

El interrogador se lleva entonces la mano derecha al bolsillo trasero del pantalón y extrae un objeto que no se distingue a simple vista. Se mueve entonces hacia la parte posterior, justo detrás del hombre vendado y esposado, y mientras le dice: “Ya de aquí te vas tú”, se percibe que el objeto que extrajo es un cuchillo.

Lo que sigue pertenece no al horror que producen Hollywood o la industria fílmica asiática, sino a la realidad que México comenzó a experimentar a mediados de la década pasada a partir de la llamada Guerra contra el narcotráfico. Durante dos minutos y diez segundos en los que la cámara hace zoom in en varias ocasiones, el hombre es decapitado. Cuando al fin su cabeza es desprendida de su cuerpo, uno de los cuatro hombres –uno que no es el interrogador– dice: “Esto les va a pasar a los osen (sic) contra nosotros”.

El video se encuentra en Internet, disponible para todo aquel que tenga el estómago y el espíritu lo suficientemente mórbido para contemplarlo. Pero yo no lo recomiendo. Sin embargo, me atrevo a rememorarlo y a mencionarlo a partir de la publicación en el semanario Proceso de la carta-relato exculpatorio que la actriz mexicana Kate del Castillo escribió a propósito de su encuentro con Joaquín Guzmán Loera, “el Chapo” Guzmán, cuyo nombre pronuncia el individuo que es decapitado en el video.

Del Castillo, quien hace algunos años fuese protagonista de la teleserie “La reina del sur”, la cual está basada en la novela homónima del escritor español Arturo Pérez-Reverte, en los últimos dos meses se vio inmiscuida, junto con el actor estadounidense Sean Penn, en un escándalo que implica a Guzmán Loera. Llanamente, ambos actores entraron en contacto con gente cercana al criminal para, en el caso de Penn, escribir una crónica para la revista Rolling Stone y, en lo tocante a Del Castillo, obtener los derechos, la venia, la bendición para filmar una película sobre la vida del capo.

Para ello, los primeros días de octubre del año pasado ambos viajaron a México para sostener un encuentro en apariencia clandestino con Guzmán Loera, quien meses antes se había fugado –por segunda ocasión– de una prisión de máxima seguridad.

Guzmán Loera fue recapturado por marines mexicanos el 8 de enero pasado. Casual y prestidigitadoramente, al siguiente día la página de Internet de Rolling Stone publicó un fragmento en video de la entrevista en el que Guzmán Loera aclara que “el contenido de esta entrevista es exclusivo para la señorita Kate del Castillo y el señor Sean Penn”, a la vez que anunciaba la publicación total en breve.

La crónica-entrevista de Penn dividió opiniones. Hubo quienes la consideraron un documento notable, de gran envergadura periodística; otros más como un texto maniqueo que incluso fue sometido a la censura del propio Guzmán Loera. Al final, Penn no saldría bien librado de su “experimento” periodístico, pero el ruido en torno suyo pronto cesó. Del Castillo, no obstante, poco fue nombrada en esos primeros días posteriores a la publicación del documento. Sin embargo, tras filtrarse a la prensa de México una serie de conversaciones sostenidas a través de Whatsapp entre Guzmán Loera y la actriz, los reflectores se posaron en ella.

Penn no fue un héroe, pero no se le consideró un villano si bien escribió frases exculpatorias como ésta: “El Chapo es antes que nada un hombre de negocios, que sólo recurre a la violencia cuando lo considera ventajoso para sí mismo”. El tratamiento con Del Castillo fue otro, cercano al linchamiento público, pero ella se mantuvo en silencio… hasta hace unos días.

En principio, el padre de la actriz fue entrevistado por el periodista Ciro Gómez Leyva y se quejó de la persecución a su hija. Ella, por su parte, concedió una entrevista a la revista The New Yorker, publicó su carta-relato en el semanario Proceso y acudió al programa televisivo 20-20 de la cadena estadounidense ABC para ser entrevistada por Diane Sawyer. Todo eso en poco más de una semana.

No se necesitan dos dedos de frente para caer en la cuenta de que se trata de una estrategia mediática instrumentada por la actriz para salvar su pellejo y su reputación. Envuelta en el ojo del huracán desde que el año 2012 en su página de Twitter publicó una carta en la que entre otras cosas dijo: “Hoy creo más en el Chapo Guzmán que en los gobiernos que me esconden verdades aunque sean dolorosas…” “Sr. Chapo, ¿no estaría padre que empezara a traficar con el bien?” “Anímese, Don, sería usted el héroe de héroes, trafiquemos con amor, usted sabe cómo”, Del Castillo contratacó con una muy bien diseñada ofensiva en los medios, que incluso recibió elogios de parte de periodistas como el propio Gómez Leyva o Raymundo Riva Palacio.

Del Castillo, por supuesto, tiene derecho a defenderse partiendo de la consideración de que, al menos en México, legalmente no hay un asidero a partir del cual pueda endilgársele la comisión de un delito. Pero ese no es el punto y eso es lo que han perdido de vista Gómez Leyva, Riva Palacio, Penn y todos aquellos que han salido en defensa de la actriz, de los derechos humanos del narcotraficante, de la brillante estrategia mediática puesta en marcha por sus abogados, y de la figura mítica del campesino que se convirtió en uno de los hombres más poderosos del mundo. El punto, simple y llanamente, es que Joaquín Archivaldo Guzmán Loera es un criminal confeso, narcotraficante, que se fugó dos veces de dos prisiones de máxima seguridad, amén de ser responsable, directo o indirecto, intelectual o material, de decenas, centenas y quizá miles de asesinatos en México.

El video descrito líneas arriba, no es el único que existe en el que se menciona el nombre de Guzmán Loera antes de que una o varias personas sean asesinadas en directo.

Kate del Castillo llamó “amigo” a Guzmán Loera. Se reunió con él en su casa, comió con él, bebió con él, y obtuvo, de palabra o legalmente, los derechos para filmar una película sobre la vida del narcotraficante.

Quiero pensar que ella no tiene idea de los actos de horror que se han perpetrado a partir del nombre del hombre que ella pretende humanizar contando su historia. Pero eso no la excusa.

Te dejo pues el video, Kate, tal vez te sirva para una escena de tu película.