Por ANDRÉS TAPIA

Es ocho de diciembre otra vez. No es lunes sino martes. No es invierno todavía, pero ya hace frío. Ahora mismo, en esta parte del Mundo, el reloj marca las 23:13 horas. Si lo recuerdo bien, hace una hora y veintitrés minutos, 35 años atrás, te asesinaron.

Tú eras un adulto cuya crisis emocional parecía haber terminado un lustro antes. Yo un niño de 12 años, casi 13, que estaba mirando el juego nocturno en el que los Patriotas de Nueva Inglaterra y los Delfines de Miami habrían de ir a tiempo extra para desempatar un partido en el que ambos equipos igualaban a 13 puntos. Me iba la vida en nada: ir al colegio, patear un balón, pensar que la vida era simple. La tuya, en cambio, tan maravillosa y perfecta, estaba a punto de terminar.

Por ANDRÉS TAPIA

Desde que el hombre pudo tomar un trozo de piedra, papiro, papel o cualesquier otro material y contar en él y a partir de él una historia, la literatura ha permitido a sus protagonistas regresar y existir eternamente. A eso se refería Honoré de Balzac –a quien se le atribuye la creación de dicho recurso literario– con el retorno de los personajes.

La fórmula de Balzac halló eco muy pronto y sería Edgar Allan Poe, a través de la figura del Chévalier Auguste Dupin [“Los crímenes de la Rue Morgue” (1841), “El misterio de Marie Rogêt” (1842) y “La carta robada” (1844)], el primero en utilizarla.

De ese modo, Poe plantó la piedra filosofal de la novela policiaca, la cual se convertiría en género literario a partir de la aparición, unas décadas más tarde, del Sherlock Holmes de Sir Arthur Conan Doyle y el Hercules Poirot de Agatha Christie.

Por ANDRÉS TAPIA

El año de 1981, en una conferencia de prensa en Viena que ofreció Sony Electronics para anunciar la creación del prototipo del CD, el director de orquesta austriaco, Herbert von Karajan, estuvo presente en la misma. Ocurrió así porque Karajan estaba convencido de las bondades de este nuevo formato de grabación, que en un principio podía almacenar hasta 60 minutos de música continua, lo cual permitía escuchar sinfonías completas sin tener que interrumpir la obra para dar vuelta al disco como ocurría con los vinilos.

Por ANDRÉS TAPIA

¿Qué tienen en común una etiqueta labrada en marfil de hipopótamo hallada en la tumba del Rey Den de Egipto (que murió alrededor del año 2985 a.C.), la canción “Video Killed The Radio Star” de la banda británica de new wave The Buggles y la organización terrorista Estado Islámico? Casi podría decirse que lo mismo que la máscara mortuoria de James Joyce, los tacones cubanos y un matrimonio que sí funciona. Nada, aparentemente… pero quizá sí.

Por ANDRÉS TAPIA

El 1 de febrero de 1964, la canción “I Want To Hold Your Hand” de The Beatles, alcanzó el puesto número 1 en las listas de popularidad de los Estados Unidos. Fue el primer sencillo del grupo inglés en alcanzar dicha posición y el que a la postre les granjearía la conquista del mercado estadounidense.

Por ANDRÉS TAPIA

Tengo un amigo que aún anda por ahí, mayor que yo, al que no he visto hace muchos años. Trabaja en la Embajada de los Estados Unidos, aunque no sé bien qué es lo que hace. La última vez que hablé con él por teléfono, me dijo que me daría los detalles en persona; infortunadamente, no pudimos concretar el encuentro.

Por ANDRÉS TAPIA

La canción a la que más tiempo le ha tomado llegar a la cima de las listas de popularidad pertenece a David Bowie. Se escuchó por primera vez en la radio el 11 de julio de 1969, tan sólo unos días antes de que la misión Apollo 11 despegase de la Tierra (julio 16), para luego alunizar el 20 de julio a las 20:17:40 horas (UTC) en el Mar de la Tranquilidad de la Luna. Mientras la nave descendía en el único satélite de la Tierra, en la transmisión televisiva de la BBC la hicieron sonar como música de fondo. David Bowie, quien entonces tenía 22 años, miró y escuchó fascinado todo aquello sin creerlo del todo.

Por ANDRÉS TAPIA // © Guy Le Querrec/ Magnum Photos

Era 1976. Desde una ventana del número 38 de la Köthener Straße, en Berlín, David Bowie miró a una pareja besarse. Él era estadounidense y ella, alemana. Detrás suyo se erguían el Muro de Berlín y una torreta de vigilancia. No estaban tan cerca como para provocar a los vigías de la Alemania Democrática, pero a Bowie, en su cabeza, así le pareció.

Por ANDRÉS TAPIA

La definición más simple y cierta que tengo de la música, la recibí de un hombre regordete, pequeño y talentoso que al día de hoy debe estar muerto. Se llamaba David. David D’León.

Tenía yo entonces 12 años, una guitarra que me había regalado mi padre y faltaban tres meses para que Mark David Chapman asesinara a John Lennon.