Por ANDRÉS TAPIA
El año de 1971 David Bowie tuvo un sueño. En él, Haywood Stenton Jones, su padre, quien había fallecido en 1969 y que trabajó la mayor parte de su vida como director de relaciones públicas de Barnardo’s Children Homes –una asociación civil británica dedicada a atender niños y adolescentes en situación de abandono o vulnerabilidad–, le dijo que le restaban cinco años de vida y que no debería volver a viajar en avión.
Bowie desestimó el consejo onírico de su padre. Y no.
Entonces su mente estaba ocupada en la concepción de un personaje ficticio llamado Ziggy Stardust, un ser andrógino, proveniente de otro planeta, que había llegado a la Tierra para convertirse en un rockstar. Por qué o para qué, Bowie no lo tenía claro. Pero cuando en sueños contempló a su padre advirtiéndole de la proximidad de su muerte, el destino de Ziggy Stardust quedó cifrado: su misión en la Tierra sería la de ofrecer un mensaje de esperanza toda vez que el fin del Mundo tendría lugar dentro de cinco años.
El 15 de noviembre de 1971 David Bowie grabó “Five Years”, la canción-apertura del álbum conceptual The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars, que sería puesto a la venta a principios del verano de 1972.
David Robert Jones tenía entonces 24 años, una imaginación cuando menos prodigiosa, un ego desbordado al que auspiciaban su talento y las drogas, y una sensibilidad que en modo alguno provenía de este Mundo. Si le restaban sólo cinco años de vida, entonces la Tierra moriría con él.
Era tan sólo una canción, por supuesto, y David Bowie no hablaba en serio. Pero sí.
Al comienzo del documental David Bowie: The Last Five Years que la BBC proyectó el domingo pasado a propósito del que hubiese sido el cumpleaños número 70 del artista británico de no haber muerto hace un año, se escucha (y se ve) a Bowie haciendo un comentario en relación al minimalismo y a la poca producción escénica que tuvo el Reality Tour (2003), a la postre la última gira que ofreció. De manera llana asegura que buscaba hacer algo simple si bien no carente de teatralidad. Y agrega: “Ahora bien, no quiero decir con esto que voy a retractarme de mis palabras, pero un factor decisivo de mi trabajo es mentir”.
La confesión de Bowie no lo condena, al menos no a muerte porque, más que mentir, lo que hacía era ocultar la verdad. O decirla a medias.
El verano de 2004, en el Hurricane Festival del poblado de Scheeßel, en Alemania, poco antes de iniciar con su actuación, David Bowie lucía agotado y sudoroso. Sus músicos lo notaron y lo conminaron a suspender el evento. Tenía un dolor agudo en el pecho, pero aun así llevó a cabo el concierto. Cuando éste terminó, fue llevado a la ciudad de Hamburgo donde se le realizó una angioplastia. Las 14 fechas que restaban del Reality Tour fueron suspendidas. Y también las de cualquier otra gira que pudiera efectuarse en el futuro.
En rigor se trató de un infarto. Y aunque a modo de control de daños se aplicó la secrecía que siempre caracterizó la carrera de Bowie, su ausencia repentina y su retiro de los escenarios provocaron en principio un rumor que más tarde devino en verdad: Bowie no vino de otro Mundo, nació en la Tierra y es mortal.
David Bowie sólo aparecería tres veces más en un escenario: el 8 de septiembre de 2005, junto a la banda canadiense Arcade Fire, en el evento llamado Fashion Rocks que se celebró en el Radio City Music Hall de Nueva York; en el Royal Albert Hall de Londres, acompañando a David Gilmour, el 29 de mayo de 2006, y finalmente haciendo pareja con Alicia Keys en el concierto benéfico Keep A Child Alive que tuvo lugar en el Hammerstein Ballroom de Nueva York el 9 de noviembre de 2006.
Los primeros días del año 2011, numerosos y fieles músicos que habían acompañado a Bowie en sus últimas giras y grabaciones recibieron un correo electrónico signado por él. Llanamente les preguntaba si estarían interesados en embarcarse en la grabación de un disco. Pero había una condición: de ser afirmativa su respuesta deberían firmar un muy agresivo acuerdo de confidencialidad. De filtrarse públicamente la más mínima noticia de que David Bowie estaba grabando un disco, enfrentarían penas legales muy severas.
Unos aceptaron, otros no.
Por espacio de dos años, la grabación de The Next Day tuvo lugar esporádica y alternativamente en los estudios The Magic Shop y Human Worldwide ubicados en la ciudad de Nueva York.
El 8 de enero de 2013, fecha del cumpleaños 66 de Bowie, en punto de las 00:00 horas, el sencillo “Where Are We Now?» fue puesto a la venta en el portal de la iTunes Store. Al unísono, la página de Internet del artista exhibió el videoclip de la misma pieza. El álbum completo sería lanzado en el Mundo dos meses más tarde: 8 de marzo de 2013.
Los rumores de una gira se propagaron, pero los amigos más cercanos de Bowie se encargaron de derruirlos. “El Mesías ha vuelto, es cierto”, parecían decir. “Pero aún no estamos seguros de que quiera mostrarse en público”.
Bowie lo hacía. Y no.
Medianamente oculto, bajo sudaderas con capucha, gorras de beisbolista, anteojos oscuros, Bowie se hacía presente en el West Village de Nueva York para beber café, visitar bares de jazz y escuchar a los músicos de la escena local. Quería grabar otro disco, uno más.
El último.
Supo de Maria Schneider, una pianista y directora de una big-band, y de Donny McCaslin, un saxofonista extraordinario que tocaba con una pequeña banda en el 55 Bar del West Village. Igual les pidió –exigió– discreción. Con ellos trabajó el álbum Blackstar, su canto del cisne, y también un poco la música del musical Lazarus, su réquiem.
David Bowie se moría, diagnosticado meses atrás con cáncer de hígado, pero si bien el diagnóstico no era terminal, él ya lo había determinado tiempo antes.
El documental David Bowie: The Last Five Years de la BBC, asegura que el artista conoció que su enfermedad era terminal en octubre de 2015, tres meses antes de morir, y que, por ello mismo, no hubo premeditación –si bien coincidencia– en la filmación de los videos “Blackstar” y “Lazarus”, dirigidos ambos por Johan Renck.
En el primero, Bowie mostró el cadáver del Major Tom, el personaje más mítico de su carrera, así como una estrella moribunda hacia la que, al final del video, se dirigen los restos del astronauta. En el segundo, Bowie está tendido en una cama de la cual, como Lázaro, hace intentos por levantarse y, tras conseguirlo, se oculta en un armario. En ambos, aparece personificado al principio como una suerte de profeta. En ambos, también, al final sólo luce como David Bowie.
Imaginándose inmortal, David Bowie se transformó a lo largo de su carrera en Ziggy Stardust, en Aladdin Sane, en The Thin White Duke, en Nathan Adler, en el eterno –pero mortal– Major Tom.
Agotados los disfraces, sin opciones ya para ocultar la verdad, sufrió un infarto y se ocultó del Mundo durante un tiempo.
David Bowie emergió de su ostracismo en enero de 2011, y se comunicó con sus músicos para pedirles que volvieran a grabar con él. Por alguna extraña razón que algunos encontraron incomprensible, les exigió silencio con los modos de un tirano. Parecía el mismo David Bowie de siempre, aquel al que 40 años atrás su padre se le apareció en un sueño para decirle que le restaban cinco años de vida y que no debería volver a viajar en avión. Ese Bowie que decidió en «Five Years» que si moría, entonces la Tierra moriría con él. Pero ya no lo era.
Con la precisión de una profecía, el 10 de enero de 2016, exactamente cinco años más tarde, David Robert Jones murió.