Por ANDRÉS TAPIA

Los muertos están vivos.

Esa es la leyenda, el súper (en términos cinematográficos) que aparece al inicio de la película Spectre (Sam Mendes, 2015) protagonizada por el actor británico Daniel Craig.

La secuencia inicial, de poco más 12 minutos de duración, fue filmada en el Centro Histórico de la Ciudad de México y exhibe un desfile multicolor –que hasta el momento en que se filmó la cinta era inexistente– basado en las tradiciones mexicanas en torno al Día de los Muertos.

La narrativa visual, su coreografía, el diseño de arte y el vestuario, la incorporación de una persecución y una pelea en un helicóptero que despega y sobrevuela la Plaza de la Constitución, son espectaculares. El plano secuencia –hollywoodense, sin duda, pero no por ello intrascendental– se implanta en la memoria como si fuese la visión cercana de un cometa. En el inconsciente –o consciente– colectivo de México, supone un hierro al rojo vivo que marca la piel de un condenado a muerte.

Por ANDRÉS TAPIA // Fotografía: PETE SOUZA

EPIFANIO ÁLVAREZ CARVAJAL: Me encuentro en un salón lleno de guerreros, líderes y campeones.

La noche del viernes 26 septiembre de 2014, mi querido hijo, mi amado Jorge que entonces tenía 19 años, estuvo entre los 43 estudiantes que desaparecieron –y seguramente fueron asesinados e incinerados– en algún lugar cercano a la ciudad de Iguala, en Guerrero.

En los 15 meses que han pasado desde que esas 43 preciosas vidas se perdieron en ese sitio, muchas más vidas se han perdido en México debido a la violencia, la delincuencia y la corrupción que azota al país. Muchas más personas, también, que hoy escuchan estas palabras, se hallan de luto debido a la muerte de un ser querido debido a la violencia, la delincuencia y la corrupción. Como nación tendríamos que hacerlo mejor, porque somos mejores, mucho mejores que esto.

Por ANDRÉS TAPIA

No debería contar esta historia… pero de cualquier modo lo haré.

La Nochebuena del año 2014, Enrique Peña Nieto ordenó a todos los empleados de la Residencia Oficial de Los Pinos, en la Ciudad de México, que se marcharan a casa. Se quedaría con sus hijos (Paulina, Alejandro y Nicole) y con las hijas de su esposa Angélica Rivera (Sofía, Fernanda y Regina), a celebrar la cena de Navidad. Dos, tres, cuatro, acaso seis guardias presidenciales pero no más, y un número reducido de soldados del Ejército Mexicano que custodiaban el perímetro, se encargarían de la seguridad del presidente de México y su familia.

Por ANDRÉS TAPIA

El viernes 23 de agosto del año 2012, cerca de la medianoche, un hombre llamado Gerardo Ortiz descendió de su automóvil en medio de una pavorosa tormenta que caía en el sur de la Ciudad de México. Con su auto averiado por la inundación y el agua a la cintura, Ortiz quiso ponerse a salvo en la plataforma de una estación de autobuses. No lo consiguió: cayó en una alcantarilla que carecía de tapa y desapareció.

Por ANDRÉS TAPIA

Hace exactamente dos meses, 43 estudiantes desaparecieron en la ciudad de Iguala, en el estado mexicano de Guerrero. Las dudas, certezas y preguntas acerca de su paradero y su destino, se han pronunciado y repetido en medios de comunicación de todo el mundo, sin que unas, otras y las que falten, convenzan a nadie de nada.

Por ANDRÉS TAPIA // Fotografía: ANTONIO TUROK

El año nuevo de 1994 lo pasé en casa de mi amigo Iván Rivera. Él se marchó de la fiesta al alba pues tenía la guardia matutina en la radiodifusora en la que trabajaba; yo me quedé departiendo con su familia. Cuando regresó, alrededor del mediodía, vagamente me contó que algo había ocurrido en el estado mexicano de Chiapas. “Un grupo de personas organizó una trifulca en San Cristóbal de las Casas, al parecer no fue la gran cosa”.

Por ANDRÉS TAPIA

Junio 5, 2009. En la ciudad mexicana de Hermosillo, Sonora, tiene lugar un incendio en la guardería infantil ABC. Mueren 49 niños y más de 70 resultan heridos. A poco más de cinco años de distancia, alrededor de 25 personas fueron procesadas por su probable responsabilidad, mayormente por omisiones (la estancia infantil no cumplía con los requisitos mínimos de seguridad en caso de un siniestro), pero ninguna fue juzgada ni condenada, todas se encuentran en libertad.

Por ANDRÉS TAPIA

El 19 de abril de 1995, en punto de las 9:00 horas, Timothy McVeigh abandonó un camión de reparto frente al edificio federal Alfred P. Murrah en la ciudad de Oklahoma, y se dirigió hacia donde estaba estacionado un Mercury Marquis amarillo modelo 1977. Dos minutos más tarde, una mezcla de 2,300 kilos de nitrato de amonio y nitrometano se fusionaron para hacer explosión.