Sputnik V: la vacuna rusa

Por ANDRÉS TAPIA // Fotografía: DIMITRI HOUTTEMAN – Unsplash

Si la historia no es mentira, los rusos vencieron a Hitler y a los nazis en Stalingrado, llegaron antes que los estadounidenses a Berlín, se quedaron con la mitad de Europa después de la Segunda Guerra Mundial, pusieron en órbita el primer satélite y también enviaron al espacio al primer hombre y a la primera mujer.

Perdieron la carrera por llegar a la Luna, ciertamente, aunque ese nunca fue el propósito original de la Guerra Fría: de lo que se trataba era de colocar un artefacto en el espacio que estuviese equipado con una bomba atómica y que, llegado el momento, pudiese ser activada desde la Tierra y disparada con la finalidad de aniquilar a los Estados Unidos o a la –en ese entonces– Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

El lanzamiento del Sputinik I, el primer satélite artificial de la historia, tuvo lugar el 4 de octubre de 1957. Como consecuencia de ello, los últimos años de la década de 1950 los estadounidenses vivieron en un estado de paranoia total que los condujo a construir albergues subterráneos, sublimar el “McCarthysmo” y acelerar sus proyectos en la llamada carrera espacial.

Hace unas semanas, la compañía Space X, propiedad del magnate Elon Musk, envió una misión a la Estación Espacial Internacional en lo que supuso la primera incursión de una compañía privada en la exploración del espacio. La empresa se realizó con el concurso de la NASA, que hace alrededor de una década dejó de enviar misiones al espacio.

Los estadounidenses lo festejaron por todo lo alto, del mismo modo en que el Bayern Munich festejó su goleada sobre el Barcelona –no poca cosa–, pero dejando de lado que durante su periodo de inactividad los rusos estuvieron operando todas las misiones a la EEI en las cuales participaban astronautas nacidos en Estados Unidos y en otros países del Mundo.

En tanto eso ocurrió en uno de los momentos más críticos, o por lo menos más escandalosos en la historia de la especie humana, lo vendieron casi con el mismo marketing que emplearon cuando el atorrante de Neil Armstrong pronunció aquella frase histórica, artificial y edulcorada: “Un pequeño paso para el hombre, pero un gran salto para la humanidad”.

Esta no es una apología de los tiempos de Lenin, Stalin, Jrushchov o Brézhnev, en consecuencia del comunismo, o del renacimiento de Rusia en el Siglo XXI como una potencia mundial bajo los designios de Vladimir Putin, un dictador en todos los puntos y sentidos, y al mismo tiempo un estadista que le ha puesto el pie y ha hecho tropezar a los Estados Unidos.

Perdida la carrera por llegar a la Luna, los soviéticos volvieron a la idea original: construir un artefacto y colocarlo en espacio, desde donde pudiesen observar y tener una ventaja en el caso de una guerra nuclear. Fue así como construyeron la estación espacial MIR, el antecedente de la Estación Espacial Internacional, la cual han estado operando desde hace casi una década dado que la NASA dejó de enviar misiones al espacio.

Puestos en perspectiva, los hechos de los últimos tiempos son elocuentes: los rusos se anexaron la Península de Crimea, asilaron a Edward Snowden, acaso intervinieron en las elecciones de Estados Unidos el año 2016 y organizaron el mejor mundial de fútbol de la historia. A partir de todo lo anterior, ¿por qué no podría ser factible que hubiesen desarrollado una vacuna contra el SARS-CoV-2 antes que nadie?

Hace unas horas, la Universidad de Oxford y la farmacéutica AstraZeneca informaron que suspendían los ensayos de la vacuna que están desarrollando en contra de la Covid-19, debido a que uno de los voluntarios de su investigación presentó una reacción adversa grave luego de haber sido inoculado.

El gobierno de México es partícipe y financia, a través de la Fundación Carlos Slim, la producción de la vacuna de Oxford y AztraZeneca. Pero hoy algo salió mal.

Quizá por ello se hizo público que Rusia y México han firmado un contrato para enviar a este último país 32 millones de dosis de la vacuna que están desarrollando los rusos y que, de acuerdo a los estándares mundiales científicos de aprobación, confianza y credibilidad, no puede ser más efectiva que los remedios creados en Occidente.

En tiempos de incertidumbre y desesperación, acudir a la izquierda o a la derecha en busca de un antídoto no debería ser mal visto. Pero Vladimir Putin es Vladimir Putin. Donald Trump y Boris Johnson son Donald Trump y Boris Johnson. Y Andres Manuel López Obrador es, pues, Andres Manuel López Obrador.

La geopolítica condena al Mundo, y en tiempos inéditos poco o nada puede argumentarse. Es sólo que, si la historia sirve de referencia, los rusos llegaron en primer lugar antes que nadie en muchos aspectos.

Han pasado 20 años desde que comenzó el Siglo XXI. El control físico de un territorio, o varios, no es ya la constante sino una variable de la hegemonía de una potencia. Los soviéticos perdieron la Guerra Fría, pero en la segunda edición de la misma, sin nada qué perder, los ahora rusos han dado jaque al rey.

Y parece que van a ganar.