Por ANDRÉS TAPIA / Fotografía: GABRIEL NUNCIO

Hay días en los que no quiero escribir… aunque sepa que tengo que hacerlo.

Me escabullo temprano del trabajo para no lidiar con el tráfico de la Ciudad de México, para beberme un café, leer las notas de prensa, disponer de más tiempo. Y cuando llego a mi casa enciendo un cigarrillo –y luego otro–, y camino entre la mesa y la sala, entre el pasado y el presente, asomo a la ventana, orino cien veces, vislumbro el futuro y regreso a mi silla en la que me revuelvo como más tarde lo haré en mi cama. Luego observo a los vecinos encender las luces conforme avanza la noche; pongo un disco de Vivaldi; abro la puerta a Mary, la portera; le digo “hola”, “adiós”, “no te vayas”, “no quiero estar conmigo esta noche”, “no quiero escribir”. Pero Mary ya se ha ido.

–¿Y si escribes mañana, Andrés?

Por ANDRÉS TAPIA

La tarde del 18 julio del año 2010, un hombre llamado Alejandro Castro Valles murió asesinado en un cruce de calles en la ciudad mexicana de Chihuahua, en el estado del mismo nombre. Su cuerpo se halló tendido de cara al sol, a un costado de una camioneta de color rojo quemado, y algunos reportes de prensa indican que con él viajaban su esposa y dos niños, acaso sus hijos. Tenía 45 años.

Por ANDRÉS TAPIA

Cuando era niño, en la escuela primaria, por esas estupideces que uno hace cuando es niño, encontré divertido, junto con un amigo, arrojar mi mochila, con todo su contenido, a un charco de agua. Era la hora de la salida del colegio.

Una vecina, mayor que yo, Lucy Bernal, hija de unos amigos de mis padres, se dio cuenta y me instó a que dejara de hacerlo. Me detuvo y sacó mis libros, mis cuadernos, y empezó a sacudirles el agua. De pronto advirtió: “Andrés, ahí viene tu papá”. No recuerdo qué pasó después, que dijo mi papá, qué dijo Lucy, o qué. Sólo atisbo que me llevaba fuertemente cogido de la mano a casa.

Una vez que llegamos ahí no dijo nada más: se quitó el cinturón, me pidió que me diese vuelta, y me golpeó las nalgas no sé cuántas veces. Yo tendría seis o siete años. Me dolió, pero no derramé una sola lágrima.

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Por ANDRÉS TAPIA

El acto de mentir ostenta dos facetas: la benévola y la malévola. La primera es utilizada para salvarse a uno mismo (en La Biblia, con tal de no ser apresado, Pedro el Apóstol miente y niega a Jesús tres veces). La malévola, en cambio, tiene por objetivo engañar a los demás y obtener una ventaja (sin existir contacto alguno, Cristiano Ronaldo se arroja al césped dentro del área y finge haber sido tropezado por un contrario con tal de que el árbitro señale un tiro penal a favor de su equipo).

En el primer caso, la mentira se halla patinada de cobardía. En el segundo, de perversidad.

Por ANDRÉS TAPIA

“La mañana del tercer día era fresca y serena. Una vez más, el solitario vigía de la noche fue reemplazado en el trinquete por una multitud de vigías diurnos que puntearon cada mástil, cada verga.

––¿La ven? ––gritó Ahab.

Pero la ballena aún era invisible.

––No tienen más que seguir su estela. Es infalible. Y eso es todo. ¡Eh, timonel, en rumbo! ¡Siempre el mismo! (…)”.

Moby Dick o La Ballena Blanca (La caza. Tercer día)

Por ANDRÉS TAPIA // Fotografía: CUARTOSCURO

Al gobernador del estado mexicano de Veracruz le gustan las fotografías, las redes sociales y es un practicante denodado del culto a la personalidad.

Se llama Javier Duarte, nació el 19 de septiembre de 1973, posee una licenciatura en Derecho por la Universidad Iberoamericana de la Ciudad de México, una Maestría en Derecho, Economía y Políticas Públicas por el Instituto Universitario Ortega y Gasset (de la Fundación José Ortega y Gasset de Madrid, España), y también es maestro en Gestión Pública Aplicada en el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM), amén de contar con un doctorado en Economía e Instituciones por la Universidad Complutense de Madrid (todo ello de acuerdo a los datos que recoge la Wikipedia).

Por ANDRÉS TAPIA

Es difícil creer lo que dice Nepomuceno Moreno. Aunque esté diciendo la verdad. Y es mucho más difícil cuando con una sonrisa diáfana –y por diáfana debe entenderse: que deja pasar la luz–, dice: “Aquí andamos… buscando a nuestro hijo”.

Por ANDRÉS TAPIA // Fotografía: TOM CHAMBERS

Quienes lean estas líneas y no estén familiarizados con la expresión que da título a esta columna, tendrían que saber que esta última forma parte de la ideología, la idiosincrasia y los modus vivendi y operandi de la gente nacida en México. Paradójicamente, a pesar de que se halla situada entre dos signos de interrogación, no se trata de una pregunta, sino de una afirmación. Y lo que afirma es una verdad de Perogrullo, matizada con el singular cinismo de una sociedad poco adepta al cumplimiento de las reglas y en cambio adicta a la impunidad: “un poco no es demasiado”.

Por ANDRÉS TAPIA

Juego al juego de la guerra por las noches. Y a veces durante los días. Cuando lo hago dejo de ser Andrés, aunque sólo sea por unos minutos, y me convierto en el rey Solfarid. Con ese nombre e identidad, defiendo y peleo por el reino de Brittania. Mi reino.

Por ANDRÉS TAPIA

No era niño ya, pero aún tenía algo de niño. Y no sé bien por qué, pero decidí que quería repartir periódicos por las mañanas.

Una día descubrí un anuncio en un periódico local: “Se solicita repartidor de periódicos”. Arranqué la página y con 16 años y todas las ilusiones que pueden tenerse a esa edad, me presenté en una pequeña oficina situada en Viveros de la Loma, un barrio de clase media situado en la periferia de la Ciudad de México.

Por ANDRÉS TAPIA

Hace unos 70 millones de años existió en la Tierra un dinosaurio llamado Velociraptor. La siempre excitada e infantil imaginación del cineasta norteamericano Steven Spielberg, lo llevó a concebirlo en la saga cinematográfica Jurassic Park como un saurio de dos metros de estatura, que cazaba en grupos y era extremadamente inteligente.

Por ANDRÉS TAPIA

San Cristóbal es un barrio colonial al que recuerdo pintado en blanco y amarillo. Forma parte del municipio de Ecatepec y pertenece al Estado de México, una de las 32 entidades federativas en las que está dividido un país llamado México.

Por ANDRÉS TAPIA

El México que me enseñaron a admirar y a querer en el colegio, comenzó a desmoronarse el verano de 1978. Aquel año se celebró el Mundial de Fútbol en Argentina y la Selección Mexicana, aquel equipo del cual yo coleccioné todas las tarjetas que puso en el mercado la empresa Coca-Cola, perdió frente a Túnez, Alemania y Polonia por marcadores escandalosos: 3-1, 6-0, 3-1.

Yo tenía tan sólo diez años.

Por ANDRÉS TAPIA

Alguna vez una mujer me contó una historia muy extraña y sórdida que define a la perfección a México. En la familia de esta persona había dos hombres con el mismo nombre, pongamos, Pedro. Hijos de dos hermanos, para distinguirlos, solían llamarles Pedro “el nuestro” y Pedro “el suyo”.

Por ANDRÉS TAPIA

Apreciable Miguel Ángel:

Alguna vez, un amigo alemán, Martin Spiewak, me dijo: “Sólo podría vivir en Hamburgo, en Berlín y en la Ciudad de México”.

Martin vivió en la Ciudad de México o, siendo precisos, muy cerca de ella, en Ciudad Nezahualcóyotl. Pero no hay imprecisión en esto: la vida de Martin se desarrollaba mayormente en la Ciudad de México a la que había acudido como consecuencia de un intercambio universitario.

Por ANDRÉS TAPIA

Nació fea y creció fea. Pero… ¿a quién culpar si la naturaleza no ha sido generosa contigo? A manera de compensación, en cambio, desarrolló una voluntad casi ingobernable que la ayudó a maquillar una inteligencia mediana para hacerla pasar como extraordinaria.

Pero nunca fue extraordinaria.