Por ANDRÉS TAPIA

Hace algo menos de 23 años, el 21 de octubre de 1994, a través del canal de televisión Fox, se proyectó el sexto capítulo de la segunda temporada de la serie de ciencia ficción The X-Files. Se tituló “Ascension” y el slogan del mismo se componía apenas de dos palabras: Deny Everything (Niégalo todo).

En tanto la principal línea narrativa de la serie aludía a una conspiración orquestada por el gobierno de los Estados Unidos, el slogan Deny Everything no sólo parecía haber surgido de la imaginación de un extraordinario guionista de Hollywood, sino también de algún manual de contrainsurgencia de la CIA.

Por ANDRÉS TAPIA

Cuando tenía siete años, Roger Stone participó en un ejercicio electoral en el colegio. Era el otoño de 1959 y John F. Kennedy y Richard Nixon contendían por la presidencia de los Estados Unidos. Los padres de Stone eran republicanos, pero sentían simpatía por Kennedy en tanto era católico como ellos. El imberbe Roger, político precoz, decidió que Kennedy debería ganar a costa de todo. Para ello informó a sus condiscípulos, uno a uno, que una de las políticas de Nixon era instaurar clases los sábados.

Eventualmente John F. Kennedy ganaría en el ejercicio del colegio de Stone. Y en la elección real se convertiría en el 35º presidente de los Estados Unidos.

Por ANDRÉS TAPIA

Un verso de una canción de Joaquín Sabina reza lapidario: “Más vale que no tengamos que elegir entre el olvido y la memoria”. El cantautor andaluz planteó tal disyuntiva en 1994, año en que la telefonía móvil era sólo el privilegio de unos cuantos y la Internet un mito urbano con los modos de una profecía.

La advertencia de Sabina, formulada al amparo del romanticismo, nada tenía que ver con el mundo en el que hoy vivimos. Y, sin embargo, hoy describe el modus operandi de los seres humanos, quienes puestos a elegir decidimos que era preferible el olvido en tanto podíamos hacernos de una memoria alterna que no ocupase espacio en nuestros cerebros.

Por ANDRÉS TAPIA // Fotografía: EUROPEAN SOUTHERN OBSERVATORY

Habituados a mirar las cosas de la Tierra, la mayoría de los seres humanos hemos visto aniquilada nuestra capacidad de asombro y la curiosidad que en tiempos antiguos permitió y posibilitó la navegación, así como el descubrimiento de la esfericidad de la Tierra, su íntima relación con la Luna, y sus movimientos en torno a sí misma y al Sol que, dicho sea de paso, suponen unidades de tiempo.

Basta con un simple vistazo en una noche clara para contemplar la presencia de Venus en el cielo, la más brillante de las estrellas que se observan en el firmamento, si bien por tratarse de un planeta no emite destello alguno: su luz, el reflejo del sol sobre su superficie, es plana y constante. Lo mismo ocurre con Júpiter, el planeta más grande del sistema solar, y en menor medida con Mercurio, Marte y Saturno.

Por ANDRÉS TAPIA

–Sí, la historia se repite, engañas a la gente con tu propaganda.

–Oh, Sawatzki, no lo entiendes. En 1933 la gente no fue engañada con propaganda: eligieron a un líder que describía abiertamente sus planes con toda claridad. El pueblo alemán me eligió.

El diálogo pertenece a la película Er ist wieder da (Ha vuelto, David Wnendt, 2015) y tiene lugar entre los dos personajes principales del filme: Fabian Sawatzki, un creativo de televisión frustrado con aspiraciones de director de cine, y Adolf Hitler.

Por ANDRÉS TAPIA

El 5 de noviembre del año 2006, la BBC transmitió en el Reino Unido el que fue el capítulo número 6 de Planet Earth, una serie documental narrada por Sir David Attenborough y cuya realización tomó cinco años. Se tituló “Ice Worlds” y su temática versaba en torno a la vida animal en el Ártico y la Antártida.

Una de sus secuencias –acaso una de las más extraordinarias que se hayan filmado jamás debido a las implicaciones técnicas que supuso su grabación y al dramatismo intrínseco de la misma– exhibe a un oso polar macho que, obligado por el deshielo, abandona la placa continental y nada una distancia aproximada a 100 kilómetros con tal de encontrar comida.

Por ANDRÉS TAPIA

Hubo un tiempo en que existieron los buenos viejos tiempos. Un tiempo en el que los tiempos eran premeditados y bienvenidos, apacibles y solaces. Ingenuos, seguramente, pero buenos y simples. Y, si se piensa, quizá por ello felices. Tengo un recuerdo de esos buenos viejos tiempos.

¡Qué divertido, me encanta, me encanta! ¿La estamos pasando bien? ¡U-S-A, U-S-A!

Una mañana de invierno de 1975, mientras cursaba el segundo grado de educación primaria, la profesora Concepción –una mujer hermosa, rubicunda e inocentemente voluptuosa–, anunció a la clase que dentro de algunos meses organizaría un viaje a Disneyland.

Por ANDRÉS TAPIA // Fotografía: AP

Un ex gobernador del estado mexicano de Monterrey, hoy caído en desgracia (su nombre es Rodrigo Medina), durante una comida que sostuve con él alguna vez, jactándose de su cercanía con Enrique Peña Nieto, dejó entrever que éste, tras ser elegido presidente de México, le habría dicho que más allá de las bondades de la amistad, en adelante la relación entre ambos tendría que ser formal y apegada a los protocolos de la política, el respeto y (esto no lo dijo) la disciplina tiránica y sempiterna del Partido Revolucionario Institucional. Es decir: “señor presidente” y “señor gobernador”.

Por ANDRÉS TAPIA // Foto: LEONARDO MUÑOZ (EPA)

Conocí a Enrique Patiño los últimos días de febrero de 2001 en la ciudad de Hamburgo, Alemania. Tanto él como yo y otros ocho periodistas latinoamericanos (Maricel, Malena, María Elena, José Luis, Marcelo, Ana, Ligia y Eduardo), habíamos sido seleccionados por el Internationale Journalisten-Programme para pasar una temporada en Berlín colaborando en un medio de comunicación afincado en esa ciudad.

La IJP nos proporcionó una suma que amparaba los billetes de avión, así como el costo de una estancia promedio para renta y alimentos. Tuve la suerte de entrar en contacto, a través de Martin Spiewak, el director del programa, con Araceli Vicente Álvarez, una profesora que daba clases de español en Berlín. Intercambiamos algunos correos electrónicos y ella accedió a hospedarme en su casa: un apartamento ubicado en el número 46 de la Görlitzer Strasse, en el barrio de Kreuzberg.

Por ANDRÉS TAPIA

Llueve afuera. Es 28 de septiembre y pasan de las 15:00 horas, la hora tardía y acostumbrada del almuerzo en la Ciudad de México. La mesa contigua a la que yo me encuentro es un escenario inusual y feliz. Un hombre de entre 30 y 40 años, que porta un traje gris y una corbata roja de buena calidad, come con sus cuatro hijos: dos hembras y dos varones. Todos los chicos son rubios.

El más pequeño de ellos no debe de tener más de tres años. Su padre está a la izquierda y enfría a soplidos la sopa que, cucharada a cucharada, deposita en la boca del niño. Bajo la mesa hay tres mochilas infantiles, coloridas, y cada una de ellas porta el nombre de su propietario. Los chicos mayores, el varón y las dos hembras, no hacen aspavientos mientras una camarera deposita delante suyo tres cajas de cartón con la silueta de los ojos de un búho impresa en sus costados y un menú infantil compuesto de hamburguesas y papas fritas. Delante del hombre, un plato de paella se enfría.

Por ANDRÉS TAPIA

En el episodio nueve de la temporada número uno de la serie de televisión Better Call Saul, Mike Ehrmantraut (Jonathan Banks), un ex policía que trabaja como dependiente en un estacionamiento, y Daniel “Pryce” Wormald (Mark Proksch), vendedor especializado de una compañía farmacéutica que roba lotes de pastillas y los vende a un narcotraficante, sostienen el siguiente diálogo.

Mike: La lección es: Si vas a ser un criminal, haz la tarea.

Pryce: Espera, no soy un tipo malo.

Mike: No dije que fueras malo. Dije que eres un criminal.

Pryce: ¿Cuál es la diferencia?

Por ANDRÉS TAPIA

Me detuve fuera del Palacio de Westminster, justo en la entrada del estacionamiento utilizado por los Lords y los Commons. Un policía –alto, delgado, portador de un bigote discreto– hacía guardia mientras mantenía una pose que me pareció típica y naturalmente británica: sus manos estaban entrelazadas detrás de su espalda; su mirada escudriñaba el horizonte.

Era mi primera vez en Londres, en Gran Bretaña, y excepto algunos lugares comunes no tenía idea de nada. Le pregunté:

–¿Qué tan lejos está Abbey Road de aquí?

–Muy lejos, amigo –respondió.

Por ANDRÉS TAPIA

¿Qué fue lo qué pensaste ayer? Ah, sí, la historia del arquero que vive en la Luna. Estabas entusiasmado por causa de ese estadounidense llamado Ben Blaque que se presentó hace unos días en Britain’s Got Talent. Fue eso, sí, y tu fascinación enfermiza y desmedida por las armas medievales. En tiempos en que un fusil de asalto AK-47 tiene una cadencia de disparo y mortandad de 600 balas por minuto, disparar 12 flechas en el mismo lapso es un acto paradigmático de romanticismo.

Por ANDRÉS TAPIA // Fotografía: AP

Todavía estoy esperando que todos ustedes respondan a mi invitación para conectarnos en LinkedIn. Pero sé que tienen trabajo que hacer… y eso es lo que nos tiene aquí esta noche.

Estoy consciente de que hubo tiempos en los que tuvimos diferencias, lo cual es inherente a nuestros roles institucionales –y eso es verdad para cada presidente y los corresponsales y periodistas que lo acompañan–; sin embargo, siempre hemos compartido la misma meta: enraizar nuestro discurso público en la verdad, abrir las puertas de la democracia y tratar, con todo lo que esté a nuestro alcance, de hacer de nuestro país y de nuestro mundo lugares más seguros y más justos. Y debo decir que siempre he admirado el papel que, en tanto compañeros de viaje, han desempeñado en la consecución de estas metas.

Por ANDRÉS TAPIA

En una escena de la cinta El Padrino Parte III, Michael Corleone sostiene una charla con el Cardenal Lamberto, un personaje ficticio que en la historia de Mario Puzzo y Francis Ford Coppola alude a Albino Luciani, el nombre real del 263º Papa de la Iglesia Católica Romana, quien se negó a ser coronado y cuyo pontificado como Juan Pablo I tan sólo duró 33 días debido a su repentina y extraña muerte.

Corleone acude con Lamberto por consejo de don Tomasino, viejo amigo de su padre y consejero suyo, en la circunstancia de saberse estafado en la adquisición de un poderoso conglomerado de negocios por un grupo de conspiradores cuyos miembros forman parte de la Iglesia, la Mafia y los más altos círculos financieros de Europa, entre los que se incluye al Banco del Vaticano.

Por ANDRES TAPIA // Fotografía: CUARTOSCURO

Javier Duarte de Ochoa es el gobernador del estado mexicano de Veracruz, el cual se sitúa en la costa este del país y abarca buena parte de la zona sur del Golfo de México. Fue electo el 4 de julio de 2010, y declarado ganador oficial de la contienda el 26 de octubre del mismo año, luego de una serie de impugnaciones promovidas por su contrincante más cercano, Miguel Ángel Yunes. Las cifras para uno y para otro fueron de 1,357,705 votos, y 1,278,147.

Duarte de Ochoa es un hombre obeso, con calvicie incipiente, que ostenta una sonrisa tan tímida que nunca acaba de ser tal y por lo tanto puede ser declarada como cínica o falsa. La línea recta de su boca pocas veces –o nunca– se curva cuando sonríe. Sin embargo, al estar enmarcada por dos mejillas generosas y un par de hoyuelos infantiles, uno tiene que conceder –aunque la evidencia no parezca suficiente– que el hombre está sonriendo. O que al menos finge sonreír.

Por ANDRÉS TAPIA

El más pleno de los ejercicios democráticos convirtió a Enrique Peña Nieto en el presidente de México el año 2012. Poco más de 19 millones de personas votaron por él, mientras que su contrincante más cercano, Andrés Manuel López Obrador, recibió casi 16 millones de votos.

Más allá de las trapacerías que seguramente llevó a cabo el Partido Revolucionario Institucional para arropar la elección de Peña Nieto y así granjearse votos de manera ilegal –prácticas éstas endémicas que mantuvieron al partido tricolor durante cerca de 70 años en el poder antes de ser derrotados por el derechista Partido Acción Nacional el año 2000– quizá sería prudente reconocer que, incluso sin tales ardides, el ex gobernador del Estado de México habría triunfado en la elección.

Por ANDRÉS TAPIA

La entrevista se realizó en el hotel Distrito Capital –el cual se localiza en el barrio de Santa Fe en la zona Oeste de la Ciudad de México–, en algún momento del año 2011. Paris Hilton, la socialité estadounidense, visitaba México a propósito del lanzamiento de una nueva línea de zapatos de la que ella era propietaria e impulsora.

Yo era el editor adjunto de la revista GQ México y, cuando me ofrecieron entrevistarla, pensé que acaso sería posible conseguir una buena pieza periodística si la confrontaba con preguntas y temas a los que ella poco o nada se exponía. Barack Obama estaba a punto de entrar en la recta final de su primer mandato e iniciar la campaña electoral para el segundo, y yo ingenuamente pensé que la heredera del emporio de Conrad Hilton (su abuelo) podría trascender a su estatus de niña mimada, caprichosa y superficial.

Por ANDRÉS TAPIA // Fotografía: PETE SOUZA

EPIFANIO ÁLVAREZ CARVAJAL: Me encuentro en un salón lleno de guerreros, líderes y campeones.

La noche del viernes 26 septiembre de 2014, mi querido hijo, mi amado Jorge que entonces tenía 19 años, estuvo entre los 43 estudiantes que desaparecieron –y seguramente fueron asesinados e incinerados– en algún lugar cercano a la ciudad de Iguala, en Guerrero.

En los 15 meses que han pasado desde que esas 43 preciosas vidas se perdieron en ese sitio, muchas más vidas se han perdido en México debido a la violencia, la delincuencia y la corrupción que azota al país. Muchas más personas, también, que hoy escuchan estas palabras, se hallan de luto debido a la muerte de un ser querido debido a la violencia, la delincuencia y la corrupción. Como nación tendríamos que hacerlo mejor, porque somos mejores, mucho mejores que esto.

Por ANDRÉS TAPIA

No debería contar esta historia… pero de cualquier modo lo haré.

La Nochebuena del año 2014, Enrique Peña Nieto ordenó a todos los empleados de la Residencia Oficial de Los Pinos, en la Ciudad de México, que se marcharan a casa. Se quedaría con sus hijos (Paulina, Alejandro y Nicole) y con las hijas de su esposa Angélica Rivera (Sofía, Fernanda y Regina), a celebrar la cena de Navidad. Dos, tres, cuatro, acaso seis guardias presidenciales pero no más, y un número reducido de soldados del Ejército Mexicano que custodiaban el perímetro, se encargarían de la seguridad del presidente de México y su familia.