Para bien o para mal, para ahorrarnos espacios en las estanterías, en las librerías, en las discotecas, en los clósets y placares, en los archivos, en nuestras mentes, hemos digitalizado todo. Y todo, todo, está ahí, a la distancia de un clic en una pantalla digital, incluso la lujuria, hoy en día, el erotismo, la banalidad, los recuerdos, la perversión, la memoria que ya no tiene asidero físico

Por ANDRÉS TAPIA

Por ANDRÉS TAPIA // Fotograma: TAMARA SAYAR

En la película The Shawshank Redemption (Frank Darabont, 1994), protagonizada por Tim Robbins y Morgan Freeman, hay una escena en la que Andy Dufresne (Robbins) se incorpora a una mesa para desayunar con el grupo de presidiarios al que frecuenta, luego de haber permanecido dos semanas en confinamiento solitario por haber hecho sonar en los altavoces de la prisión un fragmento de Las Bodas de Fígaro.

Entre bromas, sus compañeros le preguntan si el aislamiento fue difícil de llevar. Dufresne responde que no. “Tenía al señor Mozart aquí y aquí”, responde, llevándose la mano al corazón y a la cabeza, ademán que desconcierta a los hombres que lo rodean. Enfrentado a su incomprensión, Dufresne sostiene un diálogo con Ellis Boyd Redding, “Red”, personaje que es caracterizado por Freeman.

Por ANDRÉS TAPIA

El 15 de diciembre de 1983, el cantautor argentino Charly García se presentó en la sala de conciertos Luna Park, de Buenos Aires, para presentar Clics Modernos, el segundo álbum solista de su carrera. Cinco días atrás, la Junta Militar que gobernó Argentina por espacio de siete años, entregó el poder a un gobierno constitucional. Una canción de ese disco, “Los dinosaurios”, hacía alusión a la brutal herencia de los militares: treinta mil personas desaparecidas.

Los amigos del barrio pueden desaparecer

Los cantores de radio pueden desaparecer

Los que están en los diarios pueden desaparecer

La persona que amas puede desaparecer

Los que están en el aire pueden desaparecer

Los que están en la calle pueden desaparecer

Los amigos del barrio pueden desaparecer

Pero los dinosaurios van a desaparecer

Por ANDRÉS TAPIA // Fotografía: EVENING STANDARD

Hace algunos años, el etólogo, zoólogo y pintor surrealista británico Desmond Morris, uno de los últimos de esta corriente artística que permanecen vivos, durante una conversación telefónica, a pregunta expresa en relación a la supervivencia de la raza humana, me respondió que estaba seguro que sobreviviríamos como especie –si bien en detrimento de otras–, pero que sospechaba que enfrentaríamos severas pérdidas y que éstas estarían relacionadas con el surgimiento de enfermedades que tomarían por sorpresa a los científicos.

Por ANDRÉS TAPIA

En la obra de teatro Esperando a Godot, de Samuel Beckett, dos vagabundos, Vladimir y Estragon, aguardan a la sombra de un árbol por alguien a quien llaman Godot, con quien presumiblemente tienen una cita, pero esto no queda del todo claro. Mientras lo hacen, dos personajes más aparecen: Pozzo, un hombre cruel que afirma ser el dueño de la tierra en la que están postrados, y Lucky, su criado.

Tras sostener alguna interacción, Pozzo y Lucky se retiran, y Vladimir y Estragon permanecen a la espera de Godot, que jamás llega. En su lugar, aparece un chico que porta un mensaje del ausente. Llanamente les dice que Godot no ha podido presentarse, pero que “mañana seguramente lo hará”. Vladimir y Estragon, que han pasado largo tiempo a la espera de alguien que probablemente no existe, o quizá sí, deciden marcharse… pero al final no lo hacen.

Por ANDRÉS TAPIA

Ocurrió en los días postreros de la primavera de 2009.

Con los modos de una guerrilla, feliz e improbablemente, el verano había tomado Londres por asalto y yo había perdido mi vuelo a México. Entonces British Airways sufría una aguda crisis financiera y sus siete vuelos directos a la Ciudad de México se habían reducido a tan sólo tres por semana: martes, jueves y sábado. Era el 2 de junio, martes, y en consecuencia mi regreso a casa se había postergado 48 horas. No lo lamenté.