Por VÍCTOR OLIVARES

Cuando Jorge Luis Borges escribió El Aleph, quizá nunca imaginó que aquel espacio místico en el que se condensaban todos los tiempos del universo, y al cual accedía descendiendo al escalón diecinueve del sótano de la casa de la difunta Beatriz Viterbo, lo habría podido encontrar muchos años después, con sólo alzar la mirada, al caminar por algunas calles solitarias en dirección al supermercado, la farmacia o mientras paseaba al perro, en los balcones de las ciudades.

El confinamiento que vivimos nos ha hecho conscientes de un Aleph que habíamos obviado y al que, a diferencia del cuento de Borges, ya no es necesario descender para acceder a él, sino que está al alcance de nuestra mirada en plena vía pública: los balcones de cientos de edificios que se repiten en todas las ciudades del mundo y en los que se proyecta la imagen de un tiempo que será una época: la del coronavirus.

Por ANDRÉS TAPIA

Quien alguna vez jugó Age of Empires, el videojuego creado por Microsoft, la compañía fundada por Bill Gates, seguro tiene claro que un Scout (la traducción literal al castellano es explorador), es un jinete, o soldado de a pie, que es enviado a un sitio determinado con la misión de observar, explorar o, simplemente, prestar atención al entorno que se va revelando mientras se avanza.

Quien no lo hizo, relacionará la palabra Scout con la agrupación infantil creada por el General británico Robert Stephenson Smith Baden-Powell of Gilwell, un hombre que con muy buenas intenciones concibió la idea de un movimiento destinado a combatir la delincuencia en Inglaterra en los primeros años del Siglo XX, a partir de un proceso educativo sustentado en valores comunes que fomentaban el desarrollo físico, espiritual y mental de niños y adolescentes.

Por ANDRÉS TAPIA

El Bosque de Chapultepec, un santuario maravilloso y extraño que por alguna razón que se antoja inexplicable enseñorea la Ciudad de México, es el parque urbano más antiguo de América en tanto su existencia se remonta al año 2500 antes de la era cristiana. El hallazgo de restos óseos y objetos elaborados a partir de cerámica, son evidencia incontrovertible de que algunas tribus se asentaron en ese sitio entre el año referido y los dos primeros siglos que transcurrieron después del nacimiento de Jesucristo.

En lengua náhuatl la palabra Chapultepec, compuesta por las voces “Chapulli” (saltamontes, grillo) y “tepe” (tl) (cerro o colina), significa, alternativamente, “cerro de saltamontes” o “lugar de grillos”. Una paradoja tanto o más extraña que la existencia misma del bosque en una de las urbes más pobladas del mundo, pues en la actualidad, y desde hace muchas décadas, la presencia de tales insectos es anecdótica cuando no prácticamente nula.

Por ANDRÉS TAPIA

En honor a Joaquín…

 

Qué dios perverso y pervertido miente

Quién reza llorando antes de soñar

Quién podrá dormir cuando lo intente

Quién de los presentes me va a extrañar.

 

Qué imbécil fue a cazar al murciélago

Quién hoy no extraña a Messi en el Nou Camp

Quién aislado no es un archipiélago

Quién ha visto a la humanidad temblar.

Por ANDRÉS TAPIA // Fotograma: TAMARA SAYAR

En la película The Shawshank Redemption (Frank Darabont, 1994), protagonizada por Tim Robbins y Morgan Freeman, hay una escena en la que Andy Dufresne (Robbins) se incorpora a una mesa para desayunar con el grupo de presidiarios al que frecuenta, luego de haber permanecido dos semanas en confinamiento solitario por haber hecho sonar en los altavoces de la prisión un fragmento de Las Bodas de Fígaro.

Entre bromas, sus compañeros le preguntan si el aislamiento fue difícil de llevar. Dufresne responde que no. “Tenía al señor Mozart aquí y aquí”, responde, llevándose la mano al corazón y a la cabeza, ademán que desconcierta a los hombres que lo rodean. Enfrentado a su incomprensión, Dufresne sostiene un diálogo con Ellis Boyd Redding, “Red”, personaje que es caracterizado por Freeman.

Por ANDRÉS TAPIA // Fotografía: LOFF.IT

En la biblioteca de mi padre había un libro de bolsillo, desgarbado y en apariencia insignificante. Se titulaba El mono desnudo y había sido escrito por un tal Desmond Morris. Lector ávido, pero carente de sistema, papá acumulaba libros de las disciplinas más disímbolas. Diálogo en el infierno entre Maquiavelo y Montesquieu; El gran libro de lo asombroso e inaudito; Cien años de soledad; Fahrenheit 451; Así hablaba Zaratustra

Para un niño de diez años la mayoría eran incomprensibles. Pero mi padre, de una manera asistemática pero efectiva, me preparó a mí y a mis hermanos no sólo para leer y comprender conceptos elevados y complejos, sino también para entender al mundo al que un día nos enfrentaríamos.

Por ANDRÉS TAPIA

El 15 de diciembre de 1983, el cantautor argentino Charly García se presentó en la sala de conciertos Luna Park, de Buenos Aires, para presentar Clics Modernos, el segundo álbum solista de su carrera. Cinco días atrás, la Junta Militar que gobernó Argentina por espacio de siete años, entregó el poder a un gobierno constitucional. Una canción de ese disco, “Los dinosaurios”, hacía alusión a la brutal herencia de los militares: treinta mil personas desaparecidas.

Los amigos del barrio pueden desaparecer

Los cantores de radio pueden desaparecer

Los que están en los diarios pueden desaparecer

La persona que amas puede desaparecer

Los que están en el aire pueden desaparecer

Los que están en la calle pueden desaparecer

Los amigos del barrio pueden desaparecer

Pero los dinosaurios van a desaparecer

Por ANDRÉS TAPIA // Fotografía: PRESIDENCIA DE LA REPÚBLICA DE MÉXICO

Me llamo Andrés en honor a mi abuelo, Andrés Díaz Romero, un carpintero que nació el año de 1913 en un pueblo llamado Apán, en el estado mexicano de Hidalgo. Andrés, mi abuelo, con muy pocos años, vivió experiencias que un niño, si bien casi un adolescente, no debería enfrentar jamás.

En la llamada “Guerra de los Cristeros”, un conflicto armado que tuvo lugar de 1926 a 1929 y que fue detonado por el entonces presidente de México, Plutarco Elías Calles, quien propuso acotar y controlar el culto de la Iglesia Católica en el país, mi abuelo formó parte, de alguna forma, de los movimientos guerrilleros que se inconformaron con la llamada “Ley Calles”.

Por ANDRÉS TAPIA / Imagen: DISNEY-PIXAR

Una amiga me envía un mensaje para felicitarme por mi cumpleaños, piensa que aún estoy de viaje y escribe: “Ojalá que estés lejos festejando. Ojalá que no tuvieras que regresar al país del horror. Te dejo un abrazo”. El país del horror es México, mi país, en el que nací, en el que nació ella, y en el que nació la mayor parte de las personas que importan en mi vida.

No es ésta la primera vez que escribo del país del horror, y probablemente tampoco sea la última aunque, en los últimos tiempos, me haya resistido a detallar los pormenores de una degradación social y cultural que ha alcanzado niveles para los que el adjetivo más contundente y certero resulta apenas un eufemismo.

Por ANDRÉS TAPIA // Fotografía: EVENING STANDARD

Hace algunos años, el etólogo, zoólogo y pintor surrealista británico Desmond Morris, uno de los últimos de esta corriente artística que permanecen vivos, durante una conversación telefónica, a pregunta expresa en relación a la supervivencia de la raza humana, me respondió que estaba seguro que sobreviviríamos como especie –si bien en detrimento de otras–, pero que sospechaba que enfrentaríamos severas pérdidas y que éstas estarían relacionadas con el surgimiento de enfermedades que tomarían por sorpresa a los científicos.

Por ANDRÉS TAPIA // Fotografía: GADVENTURES.COM

El viajero común que por alguna extraña razón decide visitar Islandia, apenas trasponer las puertas del Aeropuerto Internacional de Keflavík, deberá abordar un autobús conocido como Flybus, el medio de transporte más común para dirigirse a Reykjavík, la capital del país, que está situada a 50 kilómetros en dirección noreste.

El viaje hacia la ciudad, que no toma más de 45 minutos, discurre por la costa norte de la Península de Reykjanes y la mayor parte del tiempo, en la cercanía o en la distancia, puede observarse el romper de las olas del Océano Atlántico Norte. La inmensidad del mar que se avizora y adivina, empero, no es lo que atrae la mirada de los viajeros, sino los restos de las rocas volcánicas de color negro que, a modo de arrecifes que sobresalen por encima del agua, advierten que esa isla que está situada al este de Groenlandia y en consecuencia muy cerca del Polo Norte, es un país que no se parece a ningún otro sobre la Tierra.

Por ANDRÉS TAPIA

El año 1999 los motores de búsqueda más populares de Internet eran Yahoo!, Netscape Navigator, Lycos, Geocities, WebCrawler, Altavista, AskJeeves y LookSmart. Google, que había sido fundada en septiembre de 1998, estaba muy lejos de convertirse en un emporio rayano en un monopolio, y MSN Search, que también ya existía, a pesar de tener un buen comienzo no logró consolidarse con el paso del tiempo. La oferta, empero, era diversa, amplia y ecléctica, y cada nuevo internauta podía elegir a la compañía de su preferencia.

Sin embargo, durante el segundo lustro de la década de 1990, cuando la Internet apenas empezaba a propagarse en el mundo y la navegación implicaba una infraestructura alámbrica vinculada a las líneas telefónicas, acceder a una página tomaba mucho tiempo y la comunicación estaba sujeta a interrupciones constantes. Tales vicisitudes afectaban mayormente a los receptores del mensaje, pero los emisores del mismo no estaban exentos de ellas: subir contenido a Internet era tan complejo como jugar una partida de ajedrez con Gary Kasparov.

Por ANDRÉS TAPIA

La noticia de la muerte de Marie Fredriksson no pasa desapercibida para mí en el flujo de las notificaciones de los medios de comunicación a los que estoy suscrito, pero el reflujo de las redes sociales y sus hordas estridentes me hacen ignorarla apenas se convierte en trending topic. La noticia de la muerte de Marie Fredriksson, la parte femenina de Roxette, se convierte entonces en la mordida de un mosquito insignificante pero temerario que ha decidido atacar mi cuello.

Por ANDRÉS TAPIA

Un hombre llamado Francisco Zea, teléfono móvil en mano, se videograba a sí mismo frente a un espejo. Zea trabaja para una empresa de medios de comunicación llamada Grupo Imagen. Es presentador en un programa de noticias y se dice periodista. Lo suyo es una rutina que realiza todos los días: mientras se prepara para ir al trabajo, graba un video de sí mismo mientras baila y ofrece un resumen con la información más relevante. El día anterior, en un sitio cercano a un pueblo llamado Bavispe perteneciente a un estado del norte de México, tres mujeres y seis niños fueron asesinados e incinerados por miembros de un cártel del narcotráfico que opera en esa zona. Zea no siente pudor alguno: tres mujeres y seis niños asesinados y él baila mientras habla no de una tragedia, sino de un acto brutal que retrata y define al país en el que vive. De fondo se escucha la canción “Sugar” del grupo estadounidense Maroon 5. Zea dice: “Mientras tanto, nosotros seguimos y tenemos que seguir con la actitud para construir un nuevo y mejor México todos los días”.

Por ANDRÉS TAPIA // Fotografía: GETTY IMAGES

En la geometría euclidiana un teorema reza que “la distancia más corta entre dos puntos es una línea recta”. A partir de una simple asociación de ideas, la memoria de los seres humanos debería operar bajo este axioma perfilado por Euclides. Los recuerdos, sin embargo, suelen encadenarse de una manera extraña en la que un atajo no significa necesariamente un sendero más corto, sino un largo y accidentado camino que debe recorrerse para llegar a un instante que en apariencia se ha perdido en el tiempo.

Cuando era niño tuve un amigo llamado Fernando. Estudiamos juntos en las escuelas primaria y secundaria y, luego de ello, pese a lo cercano y entrañable de nuestra relación, cada uno siguió su camino luego de haber permanecido en contacto estrecho por espacio de nueve años.

Por ANDRÉS TAPIA // Fotografía: WARNER BROTHERS

La secuencia más devastadora de Joker, la película de Todd Phillips que ha roto los paradigmas que hasta hoy se tenían de los conceptos del bien y del mal, es aquella en la que Arthur Fleck ingresa al apartamento de Sophie Dumond mientras ella no está, y se sienta en el sillón a esperarle. El espectador, que hasta ese momento ha visto interactuar a Fleck con Dumond en lo que parece un romance inmemorial entre dos seres marginales, recibe de golpe el acuse de recibo de una mentira: la voz en off de Sophie le dice que vive en el extremo opuesto del piso, que se ha equivocado de apartamento, que por favor se marche, mientras que en las imágenes idílicas que él percibe de ambos en su mente, repentina y sorprendentemente aparece solo.

Por ANDRÉS TAPIA

A Lilia Carolina, ella sabe por qué

“¿Qué une a la gente? ¿El oro? ¿Los ejércitos? ¿Las banderas? Las historias. No hay nada más poderoso en el mundo que una historia extraordinaria. Nada puede detenerla y ningún enemigo derrotarla. ¿Y quién tiene una mejor historia que Bran el Roto? El chico que cayó de una torre muy alta y sobrevivió”.

Las palabras las pronuncia un enano con linaje que en algún momento fue degradado a bufón: Tyrion Lannister, acaso el más sensato de los personajes de Game of Thrones, si tal cosa es posible. Y al fin y al cabo lo es. Ese medio-hombre que ha conocido el desprecio y la burla de su propia familia, y que se refugia en el vino y la ironía para hacer su vida soportable, es quien, a pesar de todo y precisamente por ello, es capaz de la poesía. Se le escucha decirlas en el último capítulo de la serie de televisión que fue adaptada de la saga literaria A Song of Ice and Fire, obra del escritor estadounidense George R. R. Martin.

Por ANDRÉS TAPIA

A contracorriente de lo que alguna vez pensó, Stephen Hawking imaginó que aquello que ingresara a un agujero negro –y por aquello debemos entender luz, partículas, gases, materia, en resumen, información– eventualmente podría salir de ahí: bien expulsado hacia el sitio del cual provenía pero en un estado distinto y no muy útil, o si el agujero era lo suficientemente largo, hacia otro universo. Y lo simplificó de la siguiente manera: “Es como quemar una enciclopedia. La información no se pierde si se conservan el humo y las cenizas, pero es difícil de leer”.

Por ANDRÉS TAPIA

Es un tiempo tan antiguo que ya no se recuerda. Pero si los historiadores modernos supieran sumar y restar, caerían en la cuenta que no ocurrió hace mucho tiempo. Son 20 años, apenas dos décadas, pero por la manera en que se han sucedido los eventos parecen haber transcurrido dos siglos, es decir, 200 años.

Entonces, si querías comunicar algo –y ese algo al ser expuesto a la opinión pública tenía el potencial de incidir en la vida de una comunidad, una sociedad, un país o el Mundo–, llamabas a los medios de comunicación, o te imponías sobre ellos, y haciendo uso de las facultades omnímodas y plenipotenciarias de un Estado, emitías un mensaje en televisión interrumpiendo la programación habitual de todas las cadenas.

Por ANDRÉS TAPIA

Ocurrió en los días postreros de la primavera de 2009.

Con los modos de una guerrilla, feliz e improbablemente, el verano había tomado Londres por asalto y yo había perdido mi vuelo a México. Entonces British Airways sufría una aguda crisis financiera y sus siete vuelos directos a la Ciudad de México se habían reducido a tan sólo tres por semana: martes, jueves y sábado. Era el 2 de junio, martes, y en consecuencia mi regreso a casa se había postergado 48 horas. No lo lamenté.