La enfermera que fingió vacunar a un hombre en la Ciudad de México para hacerlo inmune al virus SARS-CoV-2, debería ser localizada e interrogada para saber si lo que hizo -que no hizo- fue por convicción propia o una consigna de terceros

Por ANDRÉS TAPIA

Por ANDRÉS TAPIA

Quien alguna vez jugó Age of Empires, el videojuego creado por Microsoft, la compañía fundada por Bill Gates, seguro tiene claro que un Scout (la traducción literal al castellano es explorador), es un jinete, o soldado de a pie, que es enviado a un sitio determinado con la misión de observar, explorar o, simplemente, prestar atención al entorno que se va revelando mientras se avanza.

Quien no lo hizo, relacionará la palabra Scout con la agrupación infantil creada por el General británico Robert Stephenson Smith Baden-Powell of Gilwell, un hombre que con muy buenas intenciones concibió la idea de un movimiento destinado a combatir la delincuencia en Inglaterra en los primeros años del Siglo XX, a partir de un proceso educativo sustentado en valores comunes que fomentaban el desarrollo físico, espiritual y mental de niños y adolescentes.

Por ANDRÉS TAPIA // Fotograma: TAMARA SAYAR

En la película The Shawshank Redemption (Frank Darabont, 1994), protagonizada por Tim Robbins y Morgan Freeman, hay una escena en la que Andy Dufresne (Robbins) se incorpora a una mesa para desayunar con el grupo de presidiarios al que frecuenta, luego de haber permanecido dos semanas en confinamiento solitario por haber hecho sonar en los altavoces de la prisión un fragmento de Las Bodas de Fígaro.

Entre bromas, sus compañeros le preguntan si el aislamiento fue difícil de llevar. Dufresne responde que no. “Tenía al señor Mozart aquí y aquí”, responde, llevándose la mano al corazón y a la cabeza, ademán que desconcierta a los hombres que lo rodean. Enfrentado a su incomprensión, Dufresne sostiene un diálogo con Ellis Boyd Redding, “Red”, personaje que es caracterizado por Freeman.

Por ANDRÉS TAPIA

No debe ser fácil vivir en un país en el que tus abuelos asesinaron a seis millones de personas. Pero si no fueron tus abuelos, entonces tuvieron que haber sido los hermanos de tus abuelos. Y si tampoco fueron los hermanos de tus abuelos, entonces fueron los amigos de tus abuelos y sus hermanos. En todo caso alguien de tu familia cercana, o cercano a tu familia, fue partícipe de uno de los horrores más terribles que haya conocido el mundo. El único requisito para que eso ocurra es que hayas nacido en Alemania un poco antes, durante y después de la Segunda Guerra Mundial.

A casi 75 años del final del conflicto bélico que más muertes ha causado en la historia de la humanidad, más de uno querría dar vuelta a la página y echarle un vistazo al presente y al futuro, o acaso, simplemente, dejar de mirar el pasado y atender los problemas que enfrenta el mundo el día de hoy y que, llegado el momento, podrían devenir en un conflicto tanto o más mortífero.

Por ANDRÉS TAPIA

Durante la Segunda Guerra Mundial, el sonido de sirenas solía anunciar a los habitantes del Reino Unido la llegada inminente de un escuadrón de bombarderos alemanes. La gente corría a los refugios subterráneos, si estos se hallaban cerca, o buscaba cobijo donde pudiera hallarlo. Para desmoralizar más a la población e infundirle miedo, los raids aéreos tenían lugar durante la noche o la madrugada.

Desde hace unos años, la Ciudad de México dispone de una tecnología que en cierto modo imita el sonido de las sirenas que despertaban a los británicos y les recordaban que estaban en guerra. Colocadas estratégicamente, una serie de bocinas se activan cada vez que el Servicio Sismológico Nacional detecta un movimiento inusual de las capas tectónicas del país y emite una alarma.

Cual si fuera un mantra, y emitida con el tono de gravedad que la situación amerita, una tarde o una mañana la capital de México puede escapar de su rutina al influjo de sólo dos palabras: “Alerta sísmica”.

Por ANDRÉS TAPIA // Fotografía: EFE-DAVID ARMENGOU

Las que se presume fueron las últimas cargas de caballería que registra la historia, tuvieron lugar durante la Segunda Guerra Mundial. La primera de ellas el 1 de septiembre de 1939, el día elegido por Adolf Hitler para iniciar la invasión nazi de Polonia.

Una brigada llamada Pomorska –formada  por tres regimientos (dos de lanceros y uno de fusileros montados) compuestos por 6,143 hombres, 5,194 caballos, 12 cañones, 21 tanquetas, una batería antiaérea, un escuadrón de ciclistas, uno de ingenieros, uno de comunicaciones y algunas decenas de operarios–, enfrentó el asedio de la 20ª División Motorizada alemana.

Había transcurrido casi cuatro décadas del Siglo XX, pero en ciertos aspectos Polonia seguía anclada en el XIX. Disponían de una caballería compuesta de 70,000 jinetes, la más numerosa de Europa, la que les había defendido en 1920 de las tropas soviéticas y cuyo origen se remontaba a la época en que el bajito Napoleón lucía como un gigante montado a caballo mientras recorría y sometía buena parte del viejo continente y el norte de África. 

Por ANDRÉS TAPIA

–Sí, la historia se repite, engañas a la gente con tu propaganda.

–Oh, Sawatzki, no lo entiendes. En 1933 la gente no fue engañada con propaganda: eligieron a un líder que describía abiertamente sus planes con toda claridad. El pueblo alemán me eligió.

El diálogo pertenece a la película Er ist wieder da (Ha vuelto, David Wnendt, 2015) y tiene lugar entre los dos personajes principales del filme: Fabian Sawatzki, un creativo de televisión frustrado con aspiraciones de director de cine, y Adolf Hitler.

Por ANDRÉS TAPIA

El 5 de noviembre del año 2006, la BBC transmitió en el Reino Unido el que fue el capítulo número 6 de Planet Earth, una serie documental narrada por Sir David Attenborough y cuya realización tomó cinco años. Se tituló “Ice Worlds” y su temática versaba en torno a la vida animal en el Ártico y la Antártida.

Una de sus secuencias –acaso una de las más extraordinarias que se hayan filmado jamás debido a las implicaciones técnicas que supuso su grabación y al dramatismo intrínseco de la misma– exhibe a un oso polar macho que, obligado por el deshielo, abandona la placa continental y nada una distancia aproximada a 100 kilómetros con tal de encontrar comida.

Por ANDRÉS TAPIA

El más pleno de los ejercicios democráticos convirtió a Enrique Peña Nieto en el presidente de México el año 2012. Poco más de 19 millones de personas votaron por él, mientras que su contrincante más cercano, Andrés Manuel López Obrador, recibió casi 16 millones de votos.

Más allá de las trapacerías que seguramente llevó a cabo el Partido Revolucionario Institucional para arropar la elección de Peña Nieto y así granjearse votos de manera ilegal –prácticas éstas endémicas que mantuvieron al partido tricolor durante cerca de 70 años en el poder antes de ser derrotados por el derechista Partido Acción Nacional el año 2000– quizá sería prudente reconocer que, incluso sin tales ardides, el ex gobernador del Estado de México habría triunfado en la elección.

Por ANDRÉS TAPIA

Cuando Michael Corleone –el más reluctante de la segunda generación de los Corleone a participar en los negocios de la familia– se entera de que su padre fue víctima de un atentado en el que recibió cinco balazos, pide a sus hermanos y a los caporegime ser quien asesine a Virgil Sollozzo y al corrupto capitán de la policía Mark McCluskey –autor intelectual y cómplice del atentado, respectivamente–, El Padrino, la novela creada por Mario Puzzo, halla su plot point.

Por supuesto, se trata de una obra literaria de ficción. Pero en la vida de cada persona, en mayor o menor medida, hay un plot point que marca el destino de su protagonista.

A Mauricio Hammer

Por ANDRÉS TAPIA

Una mañana soleada del mes de octubre de 1997, en un galerón habilitado como sala de prensa en el Autódromo de los Hermanos Rodríguez de la Ciudad de México, un hombre joven de 29 años se puso en pie cuando David Ramírez, encargado de prensa de la discográfica BMG Ariola, levantó un micrófono para ofrecerlo a una centena de periodistas ahí reunidos. Lo hizo después de tres segundos, lapso en el que Ramírez agitó el micrófono en el aire con la mano derecha, mientras que con un ademán de la siniestra parecía preguntar “¿quién?”.

Por ANDRÉS TAPIA

Iniciaban los años 80 y las cosas no parecían ir bien. El 8 de diciembre del primer año de esa década, un eróstrata llamado Mark David Chapman asesinó a John Lennon en las afueras del Edificio Dakota, en el Upper West Side de la ciudad de Nueva York.

Yo tenía casi 13 años y mis padres estaban divorciándose. La muerte de John Lennon, consecuentemente, marcó el final de mi infancia y definió el inicio de mi adolescencia. Mi mundo –y el mundo– parecía irse al carajo.

Abatido por sus errores y por la separación de mi madre, mi padre se mudó de ciudad quizá para empezar de nuevo. Es por demás curioso –al menos para mí– que la canción que permeó los afanes del mundo ese invierno se llamase “(Just Like) Starting Over” (Como si empezáramos otra vez).

Por ANDRÉS TAPIA

En la película Enemy at the Gates (Jean-Jacques Annaud, 2001), el comisario Danilov, personificado por Joseph Finnes, responde a Nikita Khrushchev (Bob Hoskins) cuando éste pide sugerencias a sus generales para dar una lección a las desmoralizadas tropas soviéticas en Stalingrado: “Démosles esperanza”.

Por ANDRÉS TAPIA

Cuando la gente viaja suele llevar consigo sus obsesiones y sus costumbres.

Un amigo mío que vive en Berlín, cada vez que visita la Ciudad de México suele llenar su maleta de frascos de chiles y salsas picantes. Al día de hoy, no ha tenido un problema significativo en las aduanas alemanas.

Otro amigo, que consume marihuana y que suele viajar frecuentemente, suele ocultar la hierba en las tapas de desodorantes y lociones. El agudo y entrenado olfato de los perros policías, nacionales o extranjeros, ha resultado incapaz para descubrir su trampa.

Por ANDRÉS TAPIA

El 8 de octubre del año 2010, los posts en Facebook de un colega periodista dejaron de aparecer de manera repentina. No nos conocíamos personalmente y nuestro trato se circunscribía tan sólo a la red social. Él me simpatizaba. Y supongo que yo a él.

Por ANDRÉS TAPIA // Fotografía: TOM CHAMBERS

Quienes lean estas líneas y no estén familiarizados con la expresión que da título a esta columna, tendrían que saber que esta última forma parte de la ideología, la idiosincrasia y los modus vivendi y operandi de la gente nacida en México. Paradójicamente, a pesar de que se halla situada entre dos signos de interrogación, no se trata de una pregunta, sino de una afirmación. Y lo que afirma es una verdad de Perogrullo, matizada con el singular cinismo de una sociedad poco adepta al cumplimiento de las reglas y en cambio adicta a la impunidad: “un poco no es demasiado”.

Por ANDRÉS TAPIA

En el sótano de una casona de la calle Juan de Garay, en Buenos Aires, posiblemente en el barrio de Belgrano, Jorge Luis Borges, a través de Carlos Argentino Daneri, su álter ego y a la vez un anagrama imperfecto de Dante Alighieri, descubrió El Aleph.

Por ANDRÉS TAPIA

“¿Por qué hay mexicanos tan malos? Entiendo que hay algunos de nosotros que no somos buenos, pero la mayoría, pues sólo queremos cruzar para ir a trabajar a Estados Unidos y traernos unos dólares pa’ nuestras casas.

“Y luego, pues sí, entre los malos también había extranjeros, había guatemaltecos. También había mexicanos secuestrados, como once, sí, un día había once, luego llegaron más.

“Sólo quería un trabajo para pagar mis deudas. Pero ya no quiero nada”.